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En los últimos tiempos raro es el mes en el que voces, más o menos autorizadas, no se alzan en defensa o ataque de la gestión de la Biblioteca de Menéndez Pelayo (BMP), pero lo que sí debe exigírsele a estas voces es un mínimo ... de rigor y veracidad. De esto, precisamente, carece la tribuna del Dr. Santoveña publicada el día 24 de diciembre, algo sorprendente tratándose de un reconocido historiador. Negar los problemas de humedad del edificio que alberga la BMP es faltar a la verdad. Lo atestiguan no solo el estado de los libros, sino los informes de TSA, y el de los arquitectos encargados de la rehabilitación.
Cuando se retiraron los fondos para acometer las obras del edificio, se apreciaron humedades generalizadas, especialmente en el despacho del director, donde el Dr. Santoveña afirma que él «no observó señales de humedad». En dicha sala, detrás de las estanterías, había una ventana, cegada con un panel de porexpan y una lámina de madera, absolutamente empapadas, sobre la que se apoyaban libros muy valiosos. No hay que ser un experto para saber que por las ventanas antiguas -que no cierran bien, que tienen holgura e incluso pérdida de materia- se filtra agua, al igual que por grietas y morteros envejecidos, ascendiendo por capilaridad.
Las humedades pueden aparecer meses después de la entrada de agua, y en lugares insospechados, por eso es tan difícil acabar con ellas. La mayor parte de los libros de ese despacho, los más valiosos, tienen daños causados no sólo por humedad, sino por entrada directa de agua. Existe abundante material gráfico que lo prueba y cualquier informe pericial acallaría definitivamente estas especulaciones.
El Dr. Santoveña afirma también que «las labores de desinsectación ya estaban contempladas y por tanto su ejecución no deriva de los responsables actuales». Olvida decir que dicha actuación estaba prevista solamente para aquellos ejemplares que estuvieran afectados. La estimación era del veinte por ciento del total; sin embargo, fue necesario realizar un tratamiento de anoxia generalizado debido a la proliferación de distintas variedades de insectos que campaban a sus anchas por la biblioteca.
Estos y otros problemas, como la deformación de algunos ejemplares por almacenamiento deficiente, la pérdida de resistencia mecánica por exceso de luz solar y de temperatura, la falta de identificación de algunos volúmenes, la existencia de signaturas repetidas, algunos libros pegados en bloque porque hacía años que nadie los había tocado, derivan todos de la ausencia de un plan de conservación preventiva y una gestión en el tratamiento de las colecciones cuestionable. No se cumplía ninguna de las recomendaciones establecidas en la normativa internacional para la conservación de las bibliotecas patrimoniales.
Continúa el Dr. Santoveña diciendo que «la denuncia de que parte de los libros de la biblioteca están todavía por catalogar constituye otro infundio». Nadie niega que exista un «catálogo» de la biblioteca, pero ni responde a criterios actuales, ni está completo. La prueba son los hallazgos que el actual proceso de catalogación informatizada está sacando a la luz. Tampoco había un catálogo topográfico, herramienta esencial para conocer las existencias de la biblioteca y dónde se ubican.
Cuestionar, sin pruebas que lo sustenten, el trabajo de una empresa especializada en la conservación de libros y documentos, con profesionales altamente cualificados y de trayectoria intachable, como TSA, roza la difamación. Tampoco pueden obviarse las alusiones a la actual técnico de la biblioteca, que realiza su trabajo de manera ejemplar y en condiciones sumamente difíciles.
Por último, el Dr. Santoveña hace referencia a «la existencia de personas que ambicionan la plaza de director titular de la Biblioteca, a pesar de que no cumplen los requisitos para ese puesto» y, añade, que «estas vienen acometiendo distintas maniobras orientadas a postularse como idóneas (...) llegando incluso a dirigirse a altas instancias municipales con el objeto de que le asignen dicha vacante a dedo». Lanzar una acusación semejante y, de nuevo, sin pruebas, resulta inadmisible. A la plaza de director sólo se presentaron dos candidaturas. Se convocó hace más de un año y el procedimiento está a la espera de que el servicio correspondiente finalice su tramitación.
Queremos creer que al Dr. Santoveña le mueven las mejores intenciones. Sin duda, todos deseamos que la BMP y su valioso legado ocupen el lugar que merecen, pero hay que estar muy seguro de lo que se escribe, y se publica, para no caer en la desinformación o, lo que es peor, en el infundio, aunque no se pretenda. No hace falta insistir en que el Dr. Santoveña tiene abiertas las puertas de la BMP y de esta Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Santander para aclarar cualquier duda al respecto.
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