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La competencia generada entre las comunidades autónomas por las bajadas fiscales copa los titulares junto a la crisis geopolítica actual. Los anuncios se suceden en este 'teatro de operaciones' dado que se están elaborando los presupuestos para el año 2023 y a que seguimos inmersos ... en una precampaña electoral que se va a alargar en el tiempo y en la que se lanzan mensajes de índole tanto interno -bajadas de impuestos, controles de precios, topes, bonos o ayudas- como externo -como los que salen de Europa avisando de que pueden enfriar la economía con subidas de tipos con objeto de frenar la inflación pero con el riesgo de provocar recesiones tempranas-.
En otras palabras; la generación de expectativas es parte del actual marketing político así como el hecho de lanzar mensajes por «segmentos» con los que se busca atender una demanda específica y diferente de los demás, sean estos por género, grupos demográficos, socioeconómicos, etcétera.
Por ello, este debate fiscal tempranero no es ni mucho menos nuevo para los hacendistas puesto que recuerda cuestiones como que una competencia tributaria óptima permitiría a las regiones esforzarse más en tener modelos más eficientes y «justos» que los actuales.
A cambio, no deberíamos olvidar que seguimos en nuestro Estado de las autonomías con altos niveles de insuficiencia financiera (ya que las necesidades de gasto en servicios públicos fundamentales como sanidad, educación y dependencia son crecientes y casi nadie habla del mix gasto-fiscalidad) y una falta de ética y corresponsabilidad fiscal (eso de que cada uno gaste a partir de lo que ingresa y no según lo que ingresan los demás).
A ello, sumémosle que más allá de la pugna entre las dos caras de la moneda fiscal en términos políticos por imponerse en la agenda y electores, tenemos suficiente evidencia empírica para constatar las ventajas de uno y otro enfoque. Además, hay un hecho constatado: si quiere aumentarse nuestro nivel de gasto público, además de las reformas estructurales que lo hagan más eficiente, sólo puede ser financiado con nuevos tributos y deuda (esa cantidad de la que pocos se acuerdan pero que influirá en nuestro devenir histórico), y ésta última implica aumentos de niveles de pasivo que encarecerían nuestra financiación a través de tipos de interés mayores.
Esta nueva Caja de Pandora y el planteamiento de eliminar el impuesto de Patrimonio autonómico nos recuerda algo que ya sucedió en otros países y es que cuando se descentralizan tributos sobre la riqueza, al fi-nal, por motivos que todos imaginamos, acaban desapareciendo.
Precisamente, son las comunidades las que cuentan con un limitado margen de maniobra fiscal, más allá de un tramo significativo de IRPF y varios impuestos cedidos de una capacidad recaudatoria muy concreta en dónde cada vez es más complicado saberse al dedillo todas las escalas de gravamen o deducciones de cada región.
Pendiente queda también responder a otro interrogante: encontrar aquellos «umbrales» de tributación que pueden generar efectos desincentivos al contribuyente y aumentar una bolsa de economía sumergida que dificulte a su vez recaudar más.
Al final, lo razonable es lo más lógico y cuando se han efectuado cesiones de impuestos (o las que puedan venir en un futuro próximo), por ejemplo, habría que aprovechar el propio proceso de reforma del sistema de financiación autonómica iniciado hace meses para implementar nuevas herramientas que delimiten las posibles externalidades negativas que puedan generar un proceso de competencia fiscal a la baja (insuficiente dotación de bienes públicos, distorsiones en el ámbito de la toma de decisiones de los agentes económicos involucrados o una afectación negativa al stock de capital público).
Es decir, que se hayan descentralizado tributos sin suelos es un ejemplo a no repetir como dicta la literatura económica y la experiencia comparada al respecto. Al final, el grado de presión fiscal a aplicar es como cuando añadimos azúcar a nuestro café mañanero pues todos sabemos su afectación en nuestros niveles de glucosa. Y es que la clave, como casi todo en la vida, está en los pequeños detalles.
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