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Cuando las margaritas estallan en alfombras de pétalos, las golondrinas destierran el invierno con su poesía del retorno. Con idéntica fidelidad cada primavera electoral resucita ... aleluyas de la memoria histórica local. Hay que regenerar el Cabildo, solucionar los derribos, liberar el frente marítimo, ubicar otra Vuelta Ostrera y reclamar un tren. Repetidos estribillos de serenatas políticas: promesas incumplidas y reivindicación de agravios. Algunos compromisos han ido adelgazando en ambición. El original proyecto de soterrar las estaciones en Santander se ha reducido a simple 'cobertura' y aún sigue siendo una ilusión.
En la eufórica carrera hacia las urnas se aceleran otras fotografías y relámpagos. Esta semana, tras demorada lista de espera, se ha hecho una biopsia de urgencia a la mina de zinc. En quince días los resultados del laboratorio determinarán si el caso pasa a manos del forense –como la ciudad del cine, la fábrica de fibroyeso y tantos otros sueños rotos– o si merece la pena intentar alguna maniobra de resucitación. Anticipadamente, la lechera del cuento ya nos ha prometido dos mil empleos que, con precavido escepticismo, se suman a los quinientos invisibles de aquel fracasado plan eólico.
Muy mal no están, al parecer, nuestros bolsillos cuando se plantea construir un tercer centro comercial –están de moda los tríos– en Camargo. Por si no suenan las castañuelas, la providencia nos bendice con otro espejismo. Tras aquel enunciado y renunciado ecosistema de 'starups'. Tras las 'smartgaitas', cuyos cientos de sensores inteligentes finalmente sirvieron para abrir puertas giratorias. Tras la multiplicación de panes y peces turísticos con la pagana conversión de una cueva en campamento marciano, ahora nos postulamos como plataforma de crionización energética, que nos consagra en el género de la ciencia ficción. Como protagonista de la película debuta Vidal de la Peña, presidente de CEOE local, en el papel de empresario antisistema con superpoderes para salvar Cantabria. Viene con otro plan estratégico debajo del brazo. Dice que el suyo es el bueno y que habla en nombre del pueblo. «No sea ingenuo, coronel» –proclamaba aquel personaje de García Márquez– «nosotros ya estamos muy grandes para esperar al Mesías».
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Ana del Castillo
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