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El 20 de octubre del año 2011, la banda terrorista ETA anunció, de forma unilateral, que abandonaba las armas. En lenguaje correcto, que dejaba de asesinar y secuestrar. Desde entonces, hasta hoy, la interpretación de aquel hecho y de la posterior disolución autoproclamada de ETA ... sigue envuelta en la controversia. La versión oficial es que ETA fue derrotada y que, por tanto, el estado ha sido capaz de vencer a quienes desafiaron la democracia, los derechos humanos y cualquier atisbo de normalidad.
Otra interpretación de aquella decisión es completamente diferente: ETA, con sus crímenes había cubierto la primera etapa de su proyecto y, asentadas las bases, iniciaba la segunda etapa. Los asesinos que se etiquetaban como 'patriotas vascos de izquierda' -la izquierda abertzale- cambiaban de piel para encarar la meta con una estrategia distinta.
El tiempo transcurrido permite atisbar cuál de las dos interpretaciones se ajusta más a la verdad. La violencia ya había dado sus frutos. ETA combatió siempre la democracia y la prueba está en que los años más sangrientos no fueron los de la dictadura franquista, sino cuando la democracia estaba ya consolidada y los españoles habíamos recuperado nuestros derechos. El proyecto de ETA para su tierra no era crear un estado independiente democrático, sino un territorio bajo una dictadura comunista.
Con los asesinatos, secuestros y amenazas lograron que muchos miles de vascos se vieran obligados a exiliarse y, en paralelo, los partidos políticos que defendían y alentaban el terrorismo crecieron y se consolidaron. Vascos de diferentes ideologías y condición social dejaron su tierra para salvar sus vidas. Con ello ETA logró reducir el número de personas contrarias a sus tesis y sus proyectos.
La segunda consecuencia ha sido la sumisión de una parte de la población a la aceptación de un nuevo statu quo: el poder real en las calles y en la vida cotidiana no lo tienen las fuerzas del orden. ETA y su brazo político lograron determinar quién podía ser aceptado y quién no. El miedo empujó a muchos miles de vascos a repudiar a sus vecinos y esa ola ha crecido hasta consolidarse en una terrible realidad. En las provincias vascas se estructuró un poder paralelo, ajeno a la ley y a la democracia, un poder que determinaba quién podía vivir y quién no en aquella comunidad autónoma. Una fuerza que se ha adueñado de las calles y ha reducido el ámbito de la libertad individual.
Con el giro del PSOE, propiciado por Pedro Sánchez, Bildu ha logrado influir directamente en el gobierno de España y aminorar las penas a las que han sido condenados los asesinos de ETA. Incluso algunas encuestas señalan que los partidos herederos de ETA podrían llegar a controlar, urnas mediante, el gobierno autónomo del País Vasco.
La pregunta es obligada ¿Ciertamente ETA ha sido derrotada? Los datos objetivos indican que lejos de ser los perdedores, podrían estar cerca de ganar la partida. ETA nunca aceptó la derrota, sus dirigentes anunciaron que dejaban de matar, una vez que habían logrado introducirse en el mismo corazón de las jóvenes generaciones. La historia demuestra que los vencedores son quienes anuncian la victoria y ese hecho no se ha producido, simplemente los terroristas han dejado de actuar con las pistolas para -una vez preparado el terreno con la sangre de sus víctimas- iniciar una nueva etapa de su plan.
Un análisis de lo que sucede hoy en el País Vasco puede ser iluminador: Los asesinos de ETA están, en una gran mayoría, en prisiones vascas y el gobierno de esa comunidad tiene competencias penitenciarias, lo que propiciará el otorgamiento del tercer para casi todos en breve plazo. Siguen los homenajes a etarras cuando salen de la cárcel y todo el entramado secesionista se ha fortalecido.
Recientemente, se ha celebrado el 'Hatortxu Rock' en la localidad navarra de Villava, una manifestación más de apoyo a ETA. La excusa: ayudar a los familiares de los criminales para que viajen a las penitenciarías... eso cuando hoy en día quedan pocos presos terroristas que no estén ya en prisiones vascas.
Los trescientos asesinatos de ETA sin resolver son una afrenta para una nación democrática. Se hacen esfuerzos, acertados, para encontrar los restos de fusilados en la guerra civil y apenas si se trabaja en resolver la autoría de unos asesinatos cometidos hace 20 o 30 años. La colaboración de los etarras que están aún cumpliendo condena o de los muchos que gozan de libertad ha sido nula.
La versión oficial es que ETA fue vencida. Los hechos, a fecha de hoy, indican lo contrario.
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