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La decisión del Gobierno de Turquía de revertir el status de Santa Sofía de museo a mezquita ha provocado todo número de críticas, en especial de la Unesco y, por motivos diferentes, de los representantes de la Iglesia Católica, incluido el papa Francisco. Desconozco las ... reacciones de las Iglesias Ortodoxas, en especial de la más implicada, la de Constantinopla, cuyo patriarca fue el primer beneficiario del edificio desde su construcción. Como historiador del Imperio Romano y Bizantino y amante y admirador de su capital, Constantinopla, nombre primitivo de Estambul, también yo lo lamento. Pero me sorprende que las autoridades religiosas, españolas especialmente, que «se sienten afligidas» -son palabras del papa Francisco- no saquen las consecuencias que deberían de la existencia de un precedente en España que es aducido por las autoridades religiosas y civiles de Turquía, la mezquita de Córdoba, transformada en su momento en catedral cristiana.
La destrucción y transformación de edificios sagrados es una vieja y lamentable historia que se inició en el siglo IV con la progresiva cristianización del Imperio Romano. Llevados de su fanatismo religioso y con la connivencia de las autoridades políticas del momento, los cristianos más radicales iniciaron una tarea de destrucción sistemática de los templos y edificios de culto paganos que significó la pérdida de un riquísimo patrimonio cultural acumulado durante siglos. Es cierto que, en algunos casos, los menos, la destrucción fue sustituida por la reconversión de los templos en iglesias, lo que permitió su supervivencia. Así fue el caso, por mencionar sólo los más conocidos, del Partenón de Atenas, primero templo pagano, después iglesia, posteriormente, tras la conquista otomana, polvorín y hoy maravillosa ruina admirada por todos. O, también, el edificio mejor conservado de la Roma antigua, al Panteón, trasformado en el siglo VII en iglesia de Santa María de los Ángeles. Tras la expansión musulmana por el Mediterráneo, los árabes y los otomanos, no hicieron sino imitar a los cristianos, transformando iglesias en mezquitas. La revancha se produjo en España con la denominada Reconquista que provocó la destrucción sistemática de las mezquitas y la construcción de catedrales en sustitución de las aljamas, la mezquitas principales de cada ciudad, como fue el caso, entre otros, de las actuales catedrales de Sevilla y Granada. Por fortuna, en Córdoba se reprodujo la historia del Partenón y del Panteón de Roma: se evitó la destrucción de la maravillosa obra de arte que era la mezquita, al parecer por imposición de Carlos V, y se adaptó el edificio para cumplir la función que sigue desempeñando, catedral católica.
Somos muchos los que desde hace tiempo hemos reivindicado que la mezquita-catedral de Córdoba siguiese los mismos pasos que Santa Sofía. Magnífico edificio construido en el siglo VI por el emperador Justiniano para ser la iglesia principal de la máxima autoridad religiosa de las Iglesias Ortodoxas, el patriarca de Constantinopla, papa de Oriente, fue transformada en mezquita tras la conquista de la ciudad por el sultán turco Mehmet II en 1453. El fundador de la Turquía moderna, Kemal Ataturk, tuvo la gran idea de desacralizar el edificio y convertirlo en museo como símbolo de la convivencia entre religiones y testimonio vivo de la cambiante historia de la ciudad. El actual gobierno turco de Erdogán ha olvidado las raíces laicas que están en la esencia de la Turquía moderna, primer caso en la historia de un país musulmán, pero no islámico, y la decisión de reconvertir Santa Sofía en mezquita es la mejor prueba de su deriva fundamentalista.
La alusión por las autoridades turcas del precedente de la mezquita de Córdoba para justificar su decisión está plenamente justificada, pero no pasa de ser una coartada para ocultar las intenciones reales de la nueva política religiosa de Erdogán. Pero la gravedad de una decisión política como esta debería ser la ocasión para que también todos los obispos españoles, y no sólo el de Córdoba, reflexionen sobre la conveniencia de adoptar una medida reclamada desde hace tiempo por muchos, laicos o no, que desean olvidar las pasadas guerras y enfrentamientos entre religiones. La conversión de la mezquita-catedral de Córdoba en museo no implicaría suprimir los añadidos arquitectónicos que se hicieron para adecuarla a catedral, al igual que tampoco se suprimieron los minaretes que en su momento se adosaron a Santa Sofía pues todos son elementos que forman parte de la historia de cada edificio. Al margen de las disputas legales sobre la propiedad de la mezquita-catedral de Córdoba y de las exigencias formales de la Unesco para los edificios declarados Patrimonio de la Humanidad, sería un acontecimiento aplaudido en todo el mundo y que podría ser presentado como prueba de que también la Iglesia Católica fomenta el diálogo entre culturas y religiones.
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