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Militantes por accidente

LA TIERRA DORMIDA ·

La lucha por exhibir el mayor número de acólitos es una vieja historia de autoengaño

Miércoles, 18 de noviembre 2020, 07:31

El PP se enfrentaba hasta ayer a la renovación de la presidencia local en un ambiente de confrontación que no se vivía desde la difícil ... transición de AP al PP, una contienda que ha quedado frustrada por la intervención de Madrid, que dice haber advertido anomalías en la forma de la convocatoria. La confrontación de dos formas radicalmente distintas de entender el partido conservador no se vivían desde que en 1990 Ricardo Bueno batió el cobre para renovar este partido hasta entonces en manos de los que se consideraba vetustos 'padres fundadores' (Jesús Díaz, Pedro Cabeza y Roberto Peón, entre otros). Veinte años después se repitió la batalla por controlar el partido en Torrelavega, ciudad que suele interesarle más bien poco al centralismo de los de la 'incomparable bahía', excepto cuando hay que votar algo que le interese a cualquier partido, sin excepción. Así y todo, la duramente sutil campaña preelectoral ha dejado en evidencia algunos déficits de los partidos políticos. Lo original -e incluso, picaresco- de un comicio doméstico es, por ejemplo, asistir a las afiliaciones que brotan inesperadamente. Solo habría que mirar las direcciones postales de muchos neófitos para descubrir que hay una nueva modalidad de pisos patera, la de los imprevistos militantes cada parte trata de que crezcan como las setas en un abril lluvioso, lo que conduce a una reflexión. La lucha por exhibir el mayor número de acólitos-votantes es una vieja historia de autoengaño, de deleite de palmeros de cuarto de hora, apología de una realidad inexistente. Eso, sin tener en cuenta que, éticamente, querer ganar -forzando- cualquier lid, puede convertirse en algo deshonesto. La autocomplacencia de exhibir más afiliados, les lleva a ansiar un éxito que, en realidad, enmascara el fracaso de no conseguir que el ciudadano se afilie voluntariamente. Hay un certero dicho sajón: 'Comforting lies front unpleasant truths', mentiras reconfortantes cubren verdades incómodas. ¿Cuál es, pues, esa verdad fastidiosa? La de que los ciudadanos se han ido desembarazando de los carnés por acción u omisión, rompiendo el cartón o dejando de pagar las cuotas, en algunos casos, no mucho más allá de un par de euros al mes. Pero como la mentira es renqueante y camina con muletas, pronto es pillada, y desde 2016 es muy sencillo saber cuantas personas militan, ya que todo partido se ve obligado a presentar en Hacienda una declaración, adjuntando el nombre y la cuota que paga cada militante. Así se desnudó la verdad: mientras las listas no dejaban de ascender, solo 287.975 personas pagaban una cuota por pertenecer a un partido en España. No andes, Sancho, desceñido y flojo, que el vestido descompuesto da indicios de ánimo desmalazado. (Cervantes).

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