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Existen en este mundo pequeñas dolencias, o molestias, o mini enfermedades, que nadie se toma en serio, pero que te empeoran la vida. En mi caso hay una que me acompaña desde hace décadas: la poliposis nasal. Llevo años intentado saber qué son los pólipos ... nasales. Los médicos y los otorrinos me han ido dando armas para luchar contra ellos, pero nadie me ha sabido decir quiénes son estos señores, estos ciudadanos intolerantes del aire, que viven en mis fosas nasales. Los he visto muchas veces a través de la sonda que el otorrino me mete por la nariz. Cuando los veo en la super pantalla del otorrino no puedo si no sentir cierta simpatía por esos pequeños cabrones que me hacen sudar el aire que entra en mis pulmones. No hay remedio para los pólipos nasales. Hay una opción extrema: operarse, cosa que hice hace tiempo, pero a los dos o tres años reaparecen, y con memoria de haber sido exterminados, y por tanto más cabreados y violentos. Solo puedes pactar con ellos. Intentar averiguar qué les hace felices y qué les cabrea. Negociar con ellos. Pero los pólipos nasales tienen mucha personalidad y son apasionados y a veces no negocian. ¿Y mi cuero cabelludo? ¿Qué le he hecho yo a mi cuero cabelludo para que se convierta en una fuente interminable de escamas purulentas con que decoro los hombros de mi americana negra como si fuese un general con charreteras luminosas?
Mi dermatólogo dice que es psicológico y que nadie sabe por qué pasa. Hay cien mil champús en la farmacia y ninguno es eficaz. Llevar el pelo corto es la mejor opción, un poco triste, sin duda. Lo malo es que la gente piensa que eres un dejado casposo, y en realidad estás lidiando contra una mini enfermedad incurable. Algunos seres piadosos acercan sus dedos a tus charreteras ignominiosas y te sacuden el polvo blanco con una sonrisa. Te hacen un favor, sin duda, pero tú te quedas mohíno y desconsolado. La palma de oro se la llevan las contracturas, los dolores de espalda, desgaste del disco en la L4 y L5, y desplome de las cervicales que forman parte de los Estados Unidos de la Artrosis, un imperio de dolores invisibles que viajan por todo tu cuerpo y que ningún traumatólogo sabe ni detener ni remediar ni curar. Los Estados Unidos de la Artrosis tienen bases militares en todas partes: igual aparecen en la cabeza, en la pierna, en el cuello, en el brazo o en el pie. Cuando estas mini enfermedades deciden atacarte todas a la vez, prepárate, vas bueno. Ni dios te salva.
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