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En el umbral de un nuevo año está convenido formular buenos deseos para todos, con generosidad y sin hacer distinciones. Ahora bien, ¿qué sentido tiene emitir un '¡buen año!' a un conocido al que, aunque sigamos saludando, detestamos por su proceder antipático y acaso sectario? ... Ese gesto amable solo puede ser sincero y positivo si lo que le deseamos es que cambie a mejor (por improbable que parezca). Pero no, claro está, una fórmula hueca y sin sentido, menos aún si supone desearle éxito en las fechorías a que esté habituado, ya sea enredar o hacer trampas, y no digamos si consisten en acosar y maltratar (las palabras y a personas y animales).

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