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Dijo Albert Camus que la enfermedad de Europa era «no creer en nada y pretender saberlo todo». Esto lo escribió en 1957, el año en ... que se firmaron los Tratados de Roma que iban a dar paso a la Unión Europea; nuestro verdadero ángel de la guarda. No comparto este diagnóstico patológico aplicado a toda Europa, plural y variada. Creo, en cambio, en la grave dolencia de muchos de nuestros delegados políticos: «No saben nada y pretenden saberlo todo». Son habituales en ellos las características de incompetencia, ignorancia, irresponsabilidad, gregarismo, chulería, cinismo y una desmesurada avidez de poder que los hace esclavos. Son el descrédito generalizado de la política y razón de nuestra inmensa desesperanza social. En ningún supuesto son capaces de renunciar a sus puestos ni dejar de ser cómplices de una grave traición.

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