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De entre los argumentos que esgrimen los teóricos de las conspiraciones para justificar su posicionamiento en contra de las vacunas, tal vez el que más se repite es el de la modificación del ADN, los cambios que las vacunas van a ... provocar en nuestro genoma que harán que las próximas generaciones ya no sean humanos como nosotros.
¿Es esto posible? La realidad es que el genoma no está grabado en piedra para perdurar por toda la eternidad, puede sufrir modificaciones, y de hecho las sufre.
De forma natural, se están produciendo constantemente modificaciones en el ADN de todas las especies: en eso consiste básicamente la evolución. Las variaciones espontáneas reciben el nombre de mutaciones, cambios en la secuencia o en la organización del ADN que se pueden heredar cuando afectan a las células reproductivas. Estas variaciones pueden deberse a errores en la transcripción o recombinación del ADN o a agentes externos, como los rayos UVA y UVB, la radiactividad o multitud de compuestos químicos. Las mutaciones espontáneas no suelen ser positivas para los individuos que las sufren; pero cuando lo son, se pueden extender gracias a los mecanismos de selección natural.
Los elementos biológicos naturales capaces de causar mutaciones por excelencia son los virus. Todos ellos son capaces de introducir su material genético en el interior de las células para reproducirse, y algunos de ellos pueden insertar sus genes en el genoma del huésped. Debido a esa capacidad, han sido utilizados como vectores en terapias genéticas, principalmente contra el cáncer, enfermedades congénitas y degenerativas. También se utilizan como vectores en algunos tipos de vacuna.
En los laboratorios, la técnica estrella de edición genética en la actualidad es el CRISPR-Cas, uno de cuyos precursores es nuestro Francisco J. M. Mojica. Esta técnica permite cortar el ADN con mucha precisión y sustituir partes de la secuencia por los genes deseados.
Las vacunas que utilizan virus podrían, potencialmente, introducir variaciones en el ADN. Las primeras vacunas se obtenían a partir de virus inactivados o debilitados, por lo que se corría el peligro de que provocaran una infección y pusieran en marcha su maquinaria en las células. Sin embargo, la mayoría de los virus no integran su material genético con el del huésped; además, la mayoría de las vacunas modernas ya no utilizan virus, sino una parte pequeña de ellos, normalmente una proteína. Las vacunas que utilizan un vector viral, o las que utilizan ARN, son completamente seguras desde ese punto de vista.
Negar la efectividad de las vacunas, y lo que han supuesto para la salud de la humanidad es una forma de ceguera, aunque vacunarse o no es decisión de cada uno.
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