Los derechos humanos y la vejez
Según la OMS, la tasa de maltrato a personas mayores en el mundo se sitúa entre el 4% y el 6%
Monica Ramos Toro
Jueves, 15 de junio 2023, 07:14
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Monica Ramos Toro
Jueves, 15 de junio 2023, 07:14
Apesar de que los abusos y malos tratos hacia las personas mayores son considerados un problema social y de salud pública, existen escasos estudios que aborden esta problemática y menos aún que apliquen una perspectiva de género. De hecho, no ha sido hasta hace relativamente ... poco tiempo cuando se ha evidenciado que las personas mayores también son víctimas de malos tratos, por lo que su investigación es muy reciente.
La definición más aceptada tanto a nivel nacional como internacional es la que planteó la Red Internacional para la Prevención del Maltrato hacia las Personas Mayores (INPEA) en 1995, y ratificada en 2002 por la OMS, conocida como la Declaración de Toronto, en la que los abusos y malos tratos hacia las personas mayores (MTPM) se definen como: «La acción única o repetida, o la falta de la respuesta apropiada, que causa daño o angustia a una persona mayor y que ocurre dentro de cualquier relación donde exista una expectativa de confianza».
Es tan amplio el espectro de los abusos que abarca desde malos tratos físicos, psicológicos, sexuales, financieros, negligencia y abandono, a vulneración, obstinación diagnóstica, obstinación terapéutica, entre otros. Todas estas formas de abusos y malos tratos llevan implícita una vulneración de los derechos humanos de las personas mayores. Así mismo, los escenarios en los se producen son muy diversos: el domicilio de la persona mayor, el hogar de los/as hijos/as, la sala de urgencias de un hospital, la consulta de atención primaria, una residencia para personas mayores, una entidad financiera, un centro de aprendizaje y formación para personas mayores, los medios de comunicación, etcétera.
Son muy pocos los datos que tenemos pero, en 2017, un estudio basado en el análisis de 52 estudios realizados en 28 países de diversas regiones del mundo, estimó que, durante 2016, el 15,7% de las personas de 60 años o más fueron sometidas a alguna forma de abuso. Y según la OMS, la tasa de maltrato a personas mayores en el mundo se sitúa entre el 4% y el 6%, cifras parecidas a lo que apuntan los estudios realizados en España.
En lo que coinciden todos los estudios es en que entre los factores que caracterizan a las víctimas destacan: el ser mujer —del 66 al 100% de los casos, según el estudio que analicemos—, la edad avanzada, un elevado grado de dependencia y deterioro, la escasez de recursos económicos, el aislamiento social, o la falta de apoyos familiares y/o sociales. Además, parece que son las mujeres las que sufren los casos más graves de maltrato tanto físico como psicológico. Vemos, pues, que la confluencia de factores como el género y la edad hace que las mujeres mayores se conviertan en un grupo con un alto riesgo de sufrir algún tipo de maltrato en sus vejeces.
Lo que también podemos afirmar es que la principal causa que perpetúa esta discriminación, abuso y malos tratos hacia las personas mayores tiene que ver con la mirada estereotipada y estigmatizadora que existe todavía sobre las mismas, así como con las representaciones sociales edadistas sobre el envejecimiento y la vejez definidas todavía como un proceso y una etapa de la vida con connotaciones negativas. Este edadismo y la escasa adopción de un enfoque de género son dos factores que contribuyen a invisibilizar el maltrato infligido a las personas mayores.
El edadismo genera unas actitudes y representaciones sociales negativas hacia las personas mayores que, en cierta forma, hacen que se las deshumanice. Especialmente negativas son las imágenes socioculturales que las muestran como seres frágiles, débiles, dependientes y con escaso o nulo poder y control sobre sus vidas, lo que provoca que se les dé un trato desempoderante en el que se tiende a anular su capacidad para la toma de decisiones y el desarrollo de una vida autónoma. Así, deberíamos considerar un mal trato, o al menos la falta de buen trato, la falta de protagonismo y reconocimiento de las aportaciones que realizan las personas mayores, especialmente las mujeres mayores, en la sociedad y en las familias y que invisibilizan su contribución al desarrollo y bienestar. Este edadismo es un caldo de cultivo sobre todo para el abuso y la violencia hacia las mujeres mayores —que son las que llegan a edades más avanzadas— en diferentes ámbitos, tanto familiares como institucionales o sociales.
El tema es complejo y tienen muchas aristas, pero está claro que no sólo en torno al 15 de junio —Día de la Toma de Conciencia sobre el Abuso y Malos Tratos en la Vejez— tenemos que poner el foco en esta problemática social, sino que hay que hacerlo de manera más sistemática, ya que sólo se mejora aquello que se saca a la luz y se prioriza en la agenda política y social. Por ello, es necesario reivindicar un enfoque de derechos en todo lo relativo a las personas mayores: nacemos con derechos y no los perdemos por el hecho de hacernos mayores.
Además, es imprescindible adoptar un enfoque de género en el abordaje de la violencia contra las mujeres mayores que permita visibilizar sus características y necesidades propias, lo que repercutirá en un desarrollo de políticas, estrategias y estándares que sirvan para detectar e intervenir en las diferentes situaciones de violencia y, en última instancia, para contribuir a su prevención.
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