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Con demasiados sobresatos y trompicones, la UE sigue en pie y dando muestras de una fortaleza y resiliencia importantes. El último ejemplo de que esto ... es así lo constituye la reciente aprobación –como casi siempre, con mucho dramatismo- del paquete de medidas de reconstrucción económica y del marco financiero para los próximos siete años
Tras unas negociaciones bastante duras y prolongadas, la UE logró alumbrar un acuerdo que, pese a sus limitaciones, puede considerarse satisfactorio para todas las partes implicadas. Las limitaciones se manifiestan en cuatro frentes: por un lado, en que la cuantía económica del acuerdo (750.000 millones de euros) es menor que la inicialmente prevista por Francia y Alemania; por otro, en que la distribución de la misma entre transferencias (390.000 millones) y créditos (360.000 millones) está más escorada hacia estos últimos de lo que, en principio, se había propuesto; adicionalmente, porque, aunque no existe una condicionalidad estricta, se vigilará que el destino de los fondos sea el acordado (los países tienen que presentar planes, entre otros, de reforma digital, ambiental, laboral y de pensiones); y, por último, porque todo ello deja algunos sectores y áreas de la actividad económica un tanto damnificados. Tres son, a mi juicio, los aspectos más positivos: que, pese a todo, el volumen de transferencias no es nada despreciable; que es la primera vez en la historia de la UE que, sin que haya mutualización, el importe del acuerdo se financiará con la emisión de deuda con respaldo comunitario; y que tal deuda se pagara con impuestos también comunitarios (primer paso para una política fiscal común).
En las negociaciones todos los países tuvieron que ceder algo pues, en caso contrario, el acuerdo no habría sido posible. Pese a ello, pienso que el mismos es un buen ejemplo de lo que los economistas llamamos juego de suma positiva, un juego en el que todos los jugadores (todos los países miembros de la UE) salen ganando, aunque algunos lo hagan más que otros. Lo curioso, como sucede con frecuencia en los ámbitos comunitarios, es que quienes se han mostrado más reacios al acuerdo (los denominados 'frugales') son algunos de los países que, al menos hasta ahora, se han llevado más tajada de su pertenencia a la UE; esto es, se encuentran entre los países más beneficiados por la existencia del mercado único, que constituye, como es bien sabido, la esencia de la UE.
En efecto, con motivo de los debates sobre el fondo de recuperación frente a la crisis económica provocada por el covid-19, en algunos medios (al menos en los españoles) se ha hecho alusión a un importante estudio de la Fundación Bertelsmann publicado el año pasado pero que, por circunstancias que desconozco, había pasado bastante inadvertido. El estudio, felizmente recuperado, lleva por título 'Una estimación de los beneficios económicos del mercado único para los países y regiones europeos' y, naturalmente, pone de manifiesto que el mercado único es provechoso para todos los miembros de la UE, pero no en igual medida. Aunque Luxemburgo es , con diferencia, el país de la UE más beneficiado por este mercado, los 'frugales' se encuentran también entre los más beneficiados, con unas ganancias medias por persona que se estiman van desde los aproximadamente 1.700 euros de Dinamarca hasta los 1.000 de Finlandia, pasando por los 1.500 del 'halcón' Holanda; entre los considerados por sus colegas del norte como despilfarradores o 'cigarras', a Italia, el más beneficiado de todos, se le estiman unas ganancias medias por persona de unos 700 euros. A España de 600; a Portugal de 500 y a Grecia de 400.
Considerando esta desigual distribución de los beneficios del mercado único, que está relacionada, entre otras cosas, con la ubicación geográfica de los países (la geografía importa, y mucho) y considerando otros elementos que benefician a los socios del norte en perjuicio de los del sur (el caso más flagrante, del que habrá que hablar en algún momento, es el desigual tratamiento fiscal dado a las empresas), cabe poca duda, si alguna, de que la supuesta generosidad del norte, tanto en relación con el paquete financiero para el fondo de recuperación como en lo que atañe a cualquier otra cuestión presupuestaria de la UE, es una generosidad muy interesada. Es evidente que, de no haberse alcanzado un acuerdo sobre el fondo de reconstrucción, la UE corría peligro de desvanecerse y, con ella, el mercado único. Y entonces, ¿qué?
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Ana del Castillo
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