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Contradiciendo el tópico de que las actividades culturales no le interesan ya a casi nadie, estos días el Palacete de la Magdalena está a rebosar, cercano casi al tumulto, para disfrutar de la exposición que ha organizado el Archivo Lafuente, con fondos del crítico musical Jesús Ordovás ... y un más que poderoso acompañamiento artístico: Ceesepe, Alberto García-Alix, Ouka Lele, el Hortelano...
Sin demasiado respeto por las distancias, el palacete ha sido tomado por una generación de entre cuarenta y tantos y sesenta y pocos, y basta ver sus caras cuando reconocen antiguos discos y artistas ochenteros para comprender que no es que estén rindiendo pleitesía a ídolos de barro, sino que están rememorando su juventud. La Movida, desde luego, no cabe en trescientos metros cuadrados, pero el viaje que propone tiene algo de magdalena de Proust; el que suscribe, mismamente, se ha sorprendido a sí mismo al día siguiente repitiendo aquel eslogan de La Bola de Cristal: «Solo, no puedes. Con amigos, sí». Lo de menos es que estuviera doblando sábanas, lo importante es lo que cala en la memoria. Tal vez por eso suprimieron el programa, por aquello de «¡Viva el mal, viva el capital!», que decía la bruja Avería.
El caso es que allí andábamos, revolviendo en los recuerdos, los mismos que picamos con 'Yo también fui a EGB'. La nostalgia mola, claro. Pero claro, desde el día en que oí cantar a un ministro aquello de «tu madre no lo dice, pero me mira mal, ¿quién es el chico tan raro con el que vas?», la rebeldía del rock quedó en entredicho: si todavía fuéramos punkis, habríamos mangado los discos y los cuadros.
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