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En el PP están convencidos de que el desastre en las elecciones catalanas no es culpa suya. Lo achacan a la herencia que les dejó el otro PP, el pasado, el de Rajoy y el de Sáenz de Santamaría. Un PP, por cierto, en ... el que Pablo Casado también tenía voz y galones. Su número dos, Teodoro García Ejea, arquitecto de la fallida candidatura de Ruth Beitia en Cantabria, ha culpado del rácano 3,8% arañado en las urnas a las acusaciones y juego sucio de Bárcenas durante las últimas semanas. Olvida 'Teo' que hace cuatro años el PP sólo consiguió un 4,2% en las mismas elecciones. Y Bárcenas estaba muy callado por aquel entonces. En realidad -y ese análisis no lo han hecho en Génova, al menos públicamente- es que la caída del PP en Cataluña lleva madurando una década. Desde 2012 los resultados han empeorado en cada cita electoral. En 9 años han perdido el 70% de los votos.
Casado quiere ahora esquivar las críticas internas con una mudanza. Ha anunciado que se irán «cuanto antes» de la calle Génova. «No debemos seguir en una sede investigada», ha dicho, queriendo romper simbólicamente con ese otro PP, el de la mala herencia, el mismo del que él era vicesecretario general y diputado en el Congreso. Hace dos años, sin embargo, defendía todo lo contrario. «Lo que nos va a hacer conectar con nuestro electorado no es cambiarnos al edificio de enfrente», esgrimía en 2018.
La huida hacia adelante que ha emprendido el PP en la última semana incluye la urgencia por la renovación. Por una refundación del partido que disipe el aliento de Vox en la nuca. Mientras los barones culpan a Casado del resultado y se plantean pedir dimisiones en Madrid, la actual dirección señala a la periferia. Regeneración sí, pero pilotada por Génova y en las autonomías, no en la casa madre. Un mensaje que hace revolverse en la silla al PP cántabro. Porque María José Sáenz de Buruaga y su equipo saben que en Madrid no tienen muchos amigos y que allí no olvidan su apoyo a Soraya Sáenz de Santamaría en el Congreso que ganó Casado. Por eso intentaron desgastarla con la candidatura de Ruth Beitia, con los continuos rumores que sitúan a Gema Igual o a Diego Movellán en su despacho o con la suspensión de la renovación de las juntas locales el año pasado. Todo con la firma de Teodoro García Ejea, animado por un sector cántabro poco amigo de la actual directiva.
Los congresos provinciales comenzarán antes de junio y a Cantabria le tocará el turno el próximo otoño. Han pasado ya 4 años desde aquel proceso cainita que enfrentó a Buruaga y a Diego y que partió al PP cántabro en dos. Cuatro años que no han servido para curar las heridas. Y la actual directiva teme cualquier movimiento que puedan hacer en Madrid. Desde forzar un relevo pactado hasta apoyar a otro candidato en una nueva batalla abierta. Sobre todo ahora, con la imagen de Casado tan dañada, con tanta urgencia de regeneración y, no lo olvidemos, con el recuerdo de la derrota electoral contra el PRC en las autonómicas de 2019, que puso punto final a un cuarto de siglo de victorias del PP.
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