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Persépolis' es el título de una novela autobiográfica y de la película animada de 2007, que narra la entrada en el infierno creado por los ayatolás de una joven de familia ilustrada. Su autora, Marjane Satrapi, narra la sucesión de frustraciones, de experiencias trágicas, que ... vive desde la llegada al poder de Jomeini, con apenas 10 años de edad, singularmente por pertenecer al género femenino. Persépolis era el nombre griego de la gran urbe aqueménida del siglo VI antes de Cristo y su nombre significa 'la ciudad persa'. Marjane Satrapi juega con esa denominación clásica para encarar la sociedad iraní de hoy y mostrar hasta qué punto la ciudad persa se ha convertido en un espacio de represión implacable, donde la mujer sirve de chivo expiatorio para acorazar la ortodoxia religiosa de un régimen despótico.
No es la única escritora iraní de lectura obligada para entender lo que sucede en Irán: la revuelta de las mujeres contra un orden social que convierte la obligación del velo en resorte y símbolo de su sumisión. A su lado, 'Leer Lolita en Teherán', de 2003, de Azar Nafisi, unos años mayor, recoge la experiencia de una profesora de la Universidad de Teherán que intenta sin éxito sobrevivir con la literatura al manto negro del pensamiento único clerical.
Pensemos que las movilizaciones de estos días arrancaron de un hecho que se repite con frecuencia. Una joven de 22 años, Mahsa Amini, detenida el 13 de septiembre por llevar mal puesto el velo. Recibe una gran paliza, dada por la Policía encargada de mantener la 'hisba', las reglas morales establecidas, según el patrón que diseñó el Santo Tomás islamista, Ibn Taymiyya, hacia el año 1300. Algo normal, pero que esta vez acabó con la muerte de la joven el día 16. Los padres no pudieron ver el cadáver. Y surgió la protesta social en todo el país.
El velo obligatorio no está en el Corán, salvo para las mujeres del Profeta; solo en las colecciones de sus sentencias, y de modo defectuoso, pues falta en la que obliga al velo la cadena completa de transmisión ('isnad') que hace auténtica ('sahih') una sentencia ('hadith'). (Datos útiles para opinar).
La obligatoriedad del velo resultó clave para visibilizar la subordinación radical de la mujer al hombre que dispone el 4.34 del Corán. Y en Irán fue desde el comienzo de la Revolución islámica el símbolo que marcaba el corte con una sociedad donde la libertad de la mujer, expresada en la vestimenta, imperaba sin reservas en las ciudades. Será aceptada la casta mujer revolucionaria, no la maquillada y exhibicionista (Jomeini). De ahí la dureza con que se impuso la regla de «el velo o el palo» ('rusavi ya tusavi'). Pena: 72 latigazos, cárcel. No solo en la calle: podías quitarte el velo en casa, si la vecina lo quitaba también, evitando la denuncia. Con razón los velos tirados al suelo han sido la constante en las manifestaciones por todo el país, con el pelo suelto de las mujeres.
¿Anuncio de una nueva 'revolución verde' como la aplastada en 2009? Improbable. Tiene enfrente un cohesionado sistema de represión piramidal, muy experimentado, desde Alí Jamenéi, el Guía, a la enorme red de paramilitares y policías. Solo el Ejército podría ser rendija en un mundo de vigilantes. Van casi cien manifestantes muertos, cinco mujeres en los primeros días. Miles de detenidos a quienes esperan torturas y prolongada cárcel, al uso del régimen.
Desde nuestro país, habida cuenta de la pasada colaboración de Pablo Iglesias en HispanTV, órgano de los ayatolás en España, no cabía esperar sino silencio y ambigüedad. Se pronunció oficialmente por Podemos no Ione Belarra ni Irene Montero, sino un hombre, Pablo Echenique, para condenar la represión, como luego la ministra, pero juzgando las protestas «esperanzadoras», «una buena noticia» (sic). Todo con boca pequeña, como la nota de Exteriores contra «el uso desproporcionado de la fuerza» ante las manifestaciones. O con retraso (Pedro Sánchez).
La peculiar inhibición de UP/Iglesias, envuelta en 'progresismo', no concierne solo a la represión de la mujer en Irán, ya que le lleva a cerrar los ojos ante Putin y Ucrania, condenando a la OTAN, o a proponer Pablo el control por tercios de la prensa arrinconando al sector privado. Es el papel que el iraní Daryush Sayegan asignaba a aquellos ideólogos apresados en un marco de esquizofrenia cultural: el conocimiento de la realidad es sustituido por un conjunto de nociones preconcebidas, tomadas de un pasado que es forzoso encubrir. Pablo es leninista cuando ya Lenin no vende. Por eso, en los tres casos citados impone la opción antisistema recuperando los viejos esquemas de la condena del capitalismo. Toda cuestión lateral sobra. El feminismo de UP excluye la dimensión internacional. No cabe esperar, en consecuencia, que Ione Belarra, Irene Montero o Yolanda Díaz se corten un mechón de pelo solidario, como Juliette Binoche, en apoyo a las iraníes aplastadas.
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