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Los llamaba «muertos kilométricos». José Aurelio Valdeón, director efímero de El Diario Montañés en los primeros años setenta, fue un periodista atípico y ... cercano que dejó como principal legado el cambio de formato del periódico. El Diario pasó del tamaño sábana, el doble del actual, al tabloide. Ignoro si Valdeón había hecho suya la frase que se atribuye a Stalin -«un muerto es una tragedia, un millón de muertos es una estadística»- variándola a su manera, pero quería trasmitirnos a los jóvenes redactores con poco oficio aún, en quienes se apoyaba y protegía, que al lector le importaba más un suceso menor en su pueblo que una catástrofe a miles de kilómetros. Aún le veo, sentado en el borde de una mesa de la vieja Redacción de la calle Moctezuma, cantando letras ingenua y divertidamente procaces ante la mirada censora de algunos y el regocijo y acompañamiento musical del resto.
Los nombres y las caras revelan el horror de la tragedia y no los números. Los medios de comunicación ofrecen diariamente las cifras de fallecidos y contagiados, pero cada vez impresionan menos. Son solo datos, y para la percepción del desastre, y en defensa de nuestro equilibrio mental, no apreciamos mucha diferencia entre dos millones o tres. Lo que nos conmueve, porque nos enfrenta sin evasión posible a la enormidad del apocalipsis, es cuando el virus ataca con aterradora efectividad a nuestro círculo más cercano. Vemos, entonces, directamente la muerte. Es el mismo principio por el que en las antiguas guerras de trincheras los mandos aconsejaban a los soldados que no mirasen el rostro de su enemigo al disparar. Podrían darse cuenta de que el joven de enfrente no era ningún monstruo sino su igual. Los asesinatos impersonales son más llevaderos.
Los muertos, hoy, son nuestros, están aquí. La televisión informa en directo de cualquier acontecimiento en el lugar más alejado, y las redes sociales convierten el mundo en un lugar pequeño. Pero, si lo que era cierto en la época de Valdeón ya no tiene vigencia, sí se mantiene la importancia de lo local, de lo próximo. Tengo el récord, seguramente imbatible, de ser el periodista que ha trabajado con el mayor número de directores en El Diario, nueve, desde Manuel González Hoyos, que era poeta, hasta el actual, Íñigo Noriega, con especial mención a la larga etapa de Manuel Ángel Castañeda, quien situó el periódico «a la altura de los grandes». De todos aprendí, pero siempre recuerdo, quizá porque era joven, a aquel zamorano de Benavente -familiar, bajito y moreno- que me hablaba de los muertos kilométricos.
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