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María Luisa Peón ha abandonado la presidencia del PP de Torrelavega diluyendo así una generación de dirigentes locales que entraron en la actividad política cuando ... la Constitución atravesaba el ecuador. Solo queda como testigo Gómez Morante, quien también desde hace un tercio de siglo participa de la vida municipal. La quebradiza memoria, que entierra a más de dos metros bajo tierra –rápidamente– a quienes un día fueron influyentes, volverá a ser injusta imponiendo el olvido. Por ello, posiblemente más que nunca, los partidos no deberían plantar en tierra baldía la historia de quienes echaron los dientes en defensa de sus políticas, entregando para ello la fuerza de su juventud.
Pero casi todo tiene un final y frecuentemente el desenlace suele ser duro. Manuel Pimentel, exministro, y ahora escritor y editor, dejó impreso ese sentimiento al admitir que la política es hermosa a pesar de sus sinsabores, que aporta valores, que da sabiduría y madurez, pero que no hay que eternizarse en ella. Quizás, porque es hermosa, debe costar abandonarla. Ese es, pues, el momento del reconocimiento, un sentimiento reservado a los espíritus menos mezquinos.
El moralista francés Jean de la Bruyère (1645-1696) pasó a la historia de la literatura por una sola obra, 'Les Caracteres ou les Moeurs de ce siècle', pero alumbró un libro plagado de atractivas reflexiones sobre el ser humano, alertando una de entre ellas, que solo un exceso es recomendable en el mundo: el exceso de gratitud. Virtud que se debería ejercitar, aún, sabiendo que los políticos, seguramente, viven con tanto afán que les impide pensar en que habrá un día después, ése en el que descubren que saben muy poco de esos otros ciudadanos que cada día van a su trabajo, de sus sinsabores laborales, que no tienen más privilegios que el sueldo mensual por su esfuerzo.
Al margen de la aceptación o del rechazo de sus predicas políticas, Peón ha sido una mujer tempranamente empoderada –fue entre 1997 y 2003 la primera directora General de la Mujer de Cantabria–, algo aún metido a presión en un espacio –el político– todavía sobrado de testosterona, en el que la mujer ha entrado a codazos de porcentaje. Siempre le reconocieron los adversarios sus cualidades negociadoras, ser una escuchadora diligente, su asertividad al defender sus derechos, al expresar sus opiniones sin agresividad pero siendo inflexible para no abdicar de sus principios.
Seguramente tendrá aún que yeldar los sentimientos –quizás aún amazacotados por el desencanto– para que esponjen porque la decepción es un sentimiento humano, y posiblemente uno de los más perturbadores, y acaso la abrupta ruptura de su vida política le haya permitido evidenciar otra de sus virtudes: la generosidad. Y es que la personas se dividen en dos: quienes llevan en los labios siempre un sí o un no.
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Ana del Castillo
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