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Como la mayoría absoluta es al día de hoy una quimera en Cantabria, los partidos agotan las cábalas sobre los pactos de gobierno que pueden ... negociarse tras las elecciones autonómicas y municipales de la primavera próxima. Se trata de enredar, de desacreditar o confundir al adversario, de despistar o entretener al personal. El PP, por ejemplo, anticipa públicamente que si al PRC y al PSOE les salen las cuentas para gobernar, la misma noche electoral del 28 de mayo renovarán el acuerdo que les ha unido durante 16 de los últimos 20 años. Los socialistas no se fían mucho del socio regionalista, pero proclaman con gran determinación que sólo ellos garantizan un gobierno de progreso en Cantabria frente al riesgo que supone la unión de la la 'derechona' de PP y Vox. No hay tal peligro, replican desde Vox, porque aun cuando los dos partidos del centro y la derecha sumen la mayoría, el PP preferirá pactar con el PRC. Ya han gobernado juntos y compartido el mismo sistema y los mismos trapicheos, y los populares saben que esa vieja fórmula no vale con Vox, afirman sin remilgos en el partido de Santiago Abascal. El PRC, en fin, confía, primero en imponerse en las urnas, y luego en manejar dos opciones de gobierno, con el PSOE o con el PP, que a su vez también quiere ganar los comicios y poder elegir socio. Ciudadanos ya no cotiza, Unidas Podemos, de momento, tampoco.
El supuesto pacto PRC-PP es uno de los asuntos más frecuentados en los últimos tiempos y no falta quien asegura que ya está firmado. Bueno, una de esas teorías conspiranoicas que siempre suenan más sugestivas que la realidad. Desde luego, todo es posible. El PRC cree que el PP de María José Sáenz de Buruaga puede ser un socio cómodo porque lleva muchos años a la intemperie y está deseando ponerse a cubierto en el poder. La idea gana fuerza si Alberto Núñez Feijóo se acerca a La Moncloa porque a Revilla siempre le ha gustado tener un amigo mandando en Madrid.
Al PP tampoco le disgusta la idea del acuerdo con los regionalistas. Si gana las elecciones, no podrían permitir que Revilla siguiera de presidente, pero sí le pueden mandar con todos los honores a Madrid como senador autonómico para hacerle más cómodas su presencia en las televisiones y la promoción de sus libros.
Pero la verdad es que a Revilla y al PRC no les ha ido mal con el PSOE durante tantos años. Con Lola Gorostiaga y con Eva Díaz Tezanos la relación era más fluida, pero con Pablo Zuloaga ha sido también provechosa. En 2019, con su contundente victoria en las urnas, el regionalismo amplió su cuota gubernamental con la cartera de Educación, un tradicional estandarte de la gestión socialista, y con las tres principales empresas públicas. El problema más importante de la coalición no fue por problemas internos sino por el voto del PRC contra la investidura de Pedro Sánchez , cuando el órdago de Pablo Zuloaga se resolvió con una humillante marcha atrás.
Todavía queda un largo trecho hasta la hora de contar los votos y negociar el futuro. Viene Revilla de la interminable romería veraniega con un buen sabor de boca. Cree, o quiere creer, que la gente pondera su larga dedicación y que los resultados electorales de 2023 pueden ser tan buenos o mejores que en 2019, con ayuda de la intensa agenda televisiva que tiene previsto desplegar desde este otoño, abonado al discurso optimista que también emitió esta semana en el Foro Económico de El Diario.
De tanto en tanto, el presidente cántabro marca distancias con el PSOE de Sánchez: lo mismo se pronuncia contra el indulto a Griñán, que se apunta confusamente a algún tipo de alivio fiscal como los que se adoptan en otras comunidades, que exige una mejor financiación autonómica. Y desde luego, no cesa el ruido en el conflicto sobre el lobo que protege radicalmente la ministra Ribera, ahora también con el apoyo de los tribunales, y que hace estragos en la ganadería norteña.
Pero lo esencial es el parte médico. Cuando viaje a Madrid al acto de la fiesta nacional del 12 de octubre, Revilla ya se habrá sometido a las últimas pruebas y tendrá el informe que evalúe su estado de salud actual y a cuatro años vista. Si no está bien para aguantar el ritmo, no será candidato, insiste, pero –¡ay!– nadie le cree. Y menos en su propio partido.
Cuando el superconsejero Javier López Marcano, delfín histórico, asegura una y otra vez que Revilla será el candidato autonómico del PRC, que tiene la obligación de ser el candidato, no sólo reconoce su liderazgo y su innegable tirón electoral, también le está diciendo al jefe que ya no puede eludir el compromiso porque no ha preparado al partido para la trascendental sucesión, si es que eso es posible. Revilla y todos los regionalistas informados conocen el dato demoscópico: si el veterano líder no está en el cartel electoral, los más de 122.000 votos y los 14 escaños de 2019, se pueden quedar en la mitad. O sea, un desastre.
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