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En política, para que usted y yo podamos tomar postura ante determinados acontecimientos del presente, antes deben concedernos permiso. No existe autonomía en la construcción personal de las propias convicciones, en esta época de mucho odio y pocos caracteres. El dogma ideológico y la práctica ... urbana están convenientemente diseñados para que el ciudadano de base («la afición en general») asuma su rol de soldado de infantería y de trinchera. Siempre se llega tarde al análisis porque la política existe desde antes de Twitter y de los ministerios. Cuando usted va con el resfriado, los poderosos ya vuelven con el caldito.
Por ese motivo, como le ocurría en la primera de Matrix al inolvidable Cifra (interpretado por Joe Pantoliano), al meternos en la boca el filete de la actualidad, sabemos que son otros quienes nos dicen si está sabroso o, quizás, demasiado duro o salado. Hoy, sin ir más lejos, la gente se queja de la celebración en Qatar del Mundial de fútbol porque alguien, en algún momento, permitió esta concreta denuncia. Ojo, que está muy bien que antepongamos la civilización al espectáculo. Pero, ¡ay!, uno no puede evitar acordarse de otros eventos deportivos de gran solera y prestigio, que tuvieron lugar sin que a nadie se le removiese la democracia. Claramente, no se dio permiso.
Hablamos, evidentemente, de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014, celebrados en Sochi (Rusia), los de Verano de 2008, en Pekín, y los últimos, también de Invierno, celebrados igualmente en la capital china el pasado mes de febrero. Aún los de Rusia tuvieron sus críticos, dada la política homófoba del gobierno de Putin, pero los asesinatos de periodistas y disidentes no parecieron importar a la opinión pública de Occidente. En España, como no hay goles de Iniesta sobre las cumbres nevadas, se utilizó el conocido lema: «a mí, que me registren».
Lo de China fue otra cosa. Un escándalo de enormes proporciones. El país, sometido a la dictadura del Partido Comunista desde 1949, organizaba unos juegos que, en teoría, reflejan la hermandad de los pueblos. China, la del Tíbet invadido y la masacre de Tiananmén -la de los opositores encarcelados y ejecutados-, convertida en anfitriona del deporte más puro y más serio. La prensa y los políticos asumieron mansamente entonces la nueva realidad de un mundo sostenido por valores digitales, donde libertad y democracia son palabras en desuso, desprovistas de un significado rotundo. Eso sí, cuando hace falta -es decir, cuando no hay peligro-, se activan aquellos viejos conceptos, otrora verdaderos, para reivindicar la justicia y medir la propia capacidad partidista de convocatoria y movilización. Una broma de mal gusto.
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