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La música no siempre amansa a las fieras. A veces incluso las abre el apetito de comerse todo lo que se ponga por delante. Para eso están hechos los himnos que nos emocionan y nos inflan de vitalidad. La cuestión es que es ... mejor cantarlos unidos que lanzarlos al prójimo como si fueran proyectiles.
En ese territorio de las dos Españas que algunos se han empeñado en refrescar para empaparse de una ideología de la que carecen, hay dos canciones que resucitan enfrentamientos y a las que he sorprendido tarareándose entre mis labios. Las dos están dotadas de esas balas con las que el diablo carga las armas sin munición, y su pegadiza melodía es pura dinamita para los ánimos más dormidos, dispuestos para derribar la cruz del Valle de los Caídos o para pintar insultos a la estatua de Largo Caballero.
«Arriba, parias de la Tierra, en pie famélica legión», comienza una de ellas para despertar al proletariado esclavo y oprimido. La letra de 'La Internacional', el himno del comunismo y del socialismo, no es precisamente un canto a la concordia invitando a «hacer añicos» el pasado o a soplar la «potente fragua que el hombre libre ha de forjar». Es sin duda un estupendo discurso mitinero para lanzarse a la toma de La Bastilla con la hoz y el martillo. La otra canción, la del doctrinario falangista del 'Cara al Sol', también se nos presenta en pie de guerra con un combatiente que se dirige a su amada imaginándose muerto en el frente, con la camisa nueva que ella bordó (que suponemos azul) y haciendo guardia entre los luceros del más allá.
Los dos hermosos cánticos son frutos de conflictos donde los partidarios del 'Agrupémonos todos en la lucha final' se las vieron con los de 'Arriba, escuadras, a vencer'. Ya sabemos que unos y otros terminaron como el rosario de la aurora. Así que no cuenten conmigo para desenterrar y remodelar la histórica memoria, porque a pesar de mi destartalada voz prefiero cantar a otras banderas: «¡Alavivo, alabá/ alavín, bom-ba!/ ¡Racing, Racing!/ ¡Ra, ra, ra!».
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