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Naciones sin nación

Ahora el ciclo parece propicio para la vuelta a lo tribal, a dejar atrás la modernización política que supuso el Estado-nación

Lunes, 16 de diciembre 2019, 07:11

Los alemanes desencadenaron la Segunda Guerra Mundial por su afán reunificador de todas las minorías germanas desperdigadas por Europa. Cuarenta años después invirtieron miles de millones de marcos a fondo perdido en la reunificación del este y el oeste. Ahora son un Estado y una ... nación de ochenta y dos millones de habitantes y nadie puede discutir que son la principal fuerza motriz europea. Los más fuertes social, económica y políticamente del continente. Son Estado y son nación. Lo de los dieciséis Estados-landër es una peculiaridad puramente administrativa. Lo de las lenguas minoritarias que se manejan en el territorio (danés, sorabo, romani, frisón), un asunto que no genera la mínima fricción política ni cultural. Los alemanes tiene claras las prioridades de la nación alemana: ser fuertes en un mundo competitivo. Unidad y cohesión frente al mundo. Pero su política exterior, calculadamente, tiende a debilitar todo lo posible a sus competidores y favorecer la disgregación de otros Estados competidores. El papel de los servicios diplomáticos, de inteligencia y de Defensa de Alemania en la crisis y desintegración de la antigua Yugoslavia fue capital en favor de la aparición de una constelación de nuevos Estados que, al fin y a la postre, se han convertido en clientes y tributarios de la gran potencia germánica. Igual que en la separación de Chequia y Eslovaquia.

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