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En Navidad, da la impresión de que todos nos volvemos un poco más buenos; compartimos, celebramos en familia, regalamos y nos regalamos. Decía Martín Descalzo que en Navidad «no sabemos si nos sentimos más niños porque Dios es más Padre o si Dios es más ... Padre porque nos sentimos más pequeños». Pero hay otras Navidades, no tan idílicas, Navidades como la del enfermo postrado en cama, la de las familias que han perdido a algún ser querido... Está también la Navidad del pobre que no tiene con quién celebrarla ni dónde, y la del mendigo que la celebra con otros indigentes al calor de una lumbre hecha con cartones y viejos maderos. Recuerdo hoy a los que celebran la Navidad en la Comunidad 'Hogar Belén' atendida por las Hermanas de la Caridad de Santa Ana.
Son las Navidades de las figuras rotas de la vida, que al igual que las viejas y estropeadas figuras de nuestros belenes, suelen ser metidas en una caja o tiradas a la basura. En el mejor de los casos situadas en lugares de nuestros nacimientos donde no destaquen y puedan disimular sus cojeras, su pérdida de pintura y sus diversas mutilaciones.
Humildemente pido a Dios que ilumine y cambie nuestras Navidades. Porque la Navidad es amor al más pequeño y pobre, es volver a ser niño, es compartir con los que nada tienen, es servir a los que no pueden devolverte. La Navidad es luchar contra el que oprime al débil, es detectar las causas de que haya tanta desigualdad, es buscar la verdad y la libertad. «Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciese Dios». (San Agustín. Sermón 371).
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