Navidad dos mil veintidós

La lotería de Navidad es España, representa el espíritu nacional desde el 18 de diciembre de 1812, que por primera vez se celebró en Cádiz, única ciudad española que resistió a la invasión francesa, con vistas a recaudar fondos para echar de la patria a las invasoras tropas napoleónicas. Cayó el 03604, ocho mil reales de premio que ganó un afortunado que tan sólo había jugado 40 reales. La historia anda por las redes y no es cuestión de repetirla.

Conste, para supersticiosos y no supersticiosos, que el Gordo de la Navidad ha caído trece veces en Cantabria, nueve de ellas en Santander. Donde no hay el equivalente de doña Manolita. Ni gente que se vista de Sota de Bastos o Rey de Copas, o de Don Quijote y Sancho Panza, o de Pasiega con cuévano o Campurriano con dalle para ir a oír cantar, por las teles de Paseo de Pereda y alrededores, los números del sorteo navideño a los niños de San Ildefonso, que son quienes con su clásico soniquete traen la Navidad. Ellos personalizan la Navidad. Son la Navidad. La Navidad española. Lo más auténticamente español que tenemos.

Puro azar. Cierto. Con una certeza. A quien siempre le toca es al que no juega. El importe del billete que no compra, la pasta que no desembolsa.