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En los momentos peculiares de pulso débil que viene teniendo Torrelavega, siempre es bienvenido un mensaje que ayude a levantar el ánimo y que contribuya ... a volver a creer en nosotros mismos para que la nostalgia deje de serlo, permitiendo abrir una grieta por la que pueda penetrar la luz y la esperanza. Y aunque es cierto que una obra vale más que mil buenas palabras, las dichas por la presidenta de Cantabria, María José Sáenz de Buruaga, la semana pasada en Torrelavega, en el acto de la gala del comercio y de la hostelería fueron de aliento y esperanza: «Cantabria no funciona si no lo hace Torrelavega, y es fundamental en la historia de la región, pero también en el futuro». No menos importante fue la mano que tendió al Ayuntamiento para compartir parte de ese anhelado porvenir, sin olvidar que para ello será definitivo, por ejemplo, un nuevo planeamiento urbanístico que está tardando tanto en aprobarse que ya comienza a parecer viejo.
No fue menos importante su compromiso para no desacelerar las importantes inversiones promovidas por el gobierno regionalista y socialista que le precedió, como el soterramiento de la estación de Feve, las iniciativas para un mejor aprovechamiento del Mercado Nacional de Ganados, la construcción del conservatorio, la ampliación del Pctcan en el campus universitario, la transformación de La Lechera en un estimable centro de cultura y arte, la carretera Viveda-Duález, para librar a Barreda del agobiante tráfico, la extensión a los polígonos de La Hilera y Las Excavadas, o la revalorización de los terrenos de Sniace para que dejen de parecer los restos de una catástrofe nuclear. Que esto haya sido dicho fuera de campaña es bienvenido en los oídos de unos ciudadanos habituados a la promesa y que prefieren el mensaje mas realista de que obras son amores y no buenas razones. Para atender ese reto en el que, dijo, «Torrelavega pide a gritos un gran impulso de transformación y cambio», es necesaria la cohesión y el común esfuerzo de las instituciones, un ensamblaje de voluntades entre los dos gobernantes de Torrelavega y Cantabria, entre un alcalde y una presidenta que aparentan sintonía, ya desvestidos de tutelajes, capaces de dialogar sin reveses ni recelos. Solo así harán cierta la afirmación de que Cantabria no es nada sin Torrelavega. Estas palabras fueron dichas en la gala del comercio celebrada en el Teatro Concha Espina y que significó un éxito de organización, montaje y puesta en escena, dejando patente que los grandes eventos deben ser realizados por empresas especializadas y con ambición, protagonizadas por auténticos profesionales, con exhibición de medios, porque como dicen que decía Onassis, en tiempo de penurias es cuando hay que tirar un millón al mar.
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Ana del Castillo
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