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Hay que celebrar la decisión del equipo de Gobierno de proyectar un nuevo parque en el extrarradio, por lo que implica de sensibilidad medioambiental. Así ... y todo deberían desarrollarse estas estructuras después de renovar las ya existentes, como el pulmón que para la ciudad supone el parque Manuel Barquín. No habría que ser mal pensados y suponer que este icónico lugar vive un estado de dejadez desde hace tiempo porque fue creado por el alcalde franquista, que le da nombre. No creo que esta cuestión –seguro que no lo es– sea por este motivo ya que entonces habría que abandonar, acogiéndose a la memoria histórica, el Mercado Nacional de Ganados, promovido por Jesús Collado, otro alcalde franquista, o las viviendas del barrio La Inmobiliaria, Covadonga o Nueva Ciudad, construidas gracias a la actuación de un franquista hasta la médula, Girón de Velasco, y patrocinadas por la Falange.
Igual suerte correrían la actual sede de la UGT, emblemático edificio levantado para los sindicatos verticales, o la Casa de Cultura antaño cobijo de las actividades juveniles del yugo y la flecha. Me declaro convencida de que orillar el parque por estas cuestiones no está en el sentir del PRC ya que habría que recordar que al ferial se le impuso el nombre de su fundador siendo alcalde un eximio regionalista. Afortunadamente la ola antisímbolos no ha llegado a algunos rincones, sencillamente –y mejor para la convivencia– porque en historia local algunos munícipes no están muy versados. Invito a que sean madrugadores y acompañen a los servicios municipales de limpieza, por ejemplo, un domingo de buena mañana para ver cómo los trabajadores eliminan los restos del botellodrónomo que se lía los fines de semana en este parque urbano, con el fin de que los ciudadanos no lo vean.
Nos lo enseñaron los pasiegos: De lo que no se habla, no existe. El parque Manuel Barquín, que fue creado con un concepto más moderno y vanguardista de lo que algunos creen, resiste de mala manera. A principios del siglo XX una corriente naturalista e higienista se llevó al urbanismo y la arquitectura, creándose zonas donde las personas pudieran vivir rodeadas de naturaleza sin alejarse del centro urbano. Se consideraba una idea innovadora: crear un ambiente que combinara ambas ventajas. Así proliferaron colonias como Ciudad Vergel en Torrelavega (Ciudad Jardín en otros lugares) ligada físicamente, en nuestro caso, al primer parque que tuvo la ciudad. Por todo ello, conviene no olvidar que los parques urbanos son un signo tangible de civilización y convivencia, elementos esenciales para el desarrollo de sociedades equilibradas y sostenibles. Son el claro signo de civilización de una sociedad porque representan la capacidad de un grupo humano para organizarse de manera armoniosa. El cuidado de los parques refleja una conciencia ambiental, un compromiso con la sostenibilidad y un marchamo asociado a gobiernos sensibles.
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Ana del Castillo
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