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En 1983, Manuel Rotella, alcalde de Torrelavega, y Carlos Pérez de Bricio, presidente de Sniace, se sentaban a hablar de asuntos patrimoniales. La empresa era propietaria de tres enclaves que el alcalde quería para la ciudad: la Sierra de la Gallina, la fábrica de La ... Lechera y la Casa de los Niños. Tenía pensado que ese monte, situado en la frontera de Torrelavega, Reocín y Santillana, pasara a ser una ciudad deportiva. Pactaron el precio simbólico de venta: una peseta. Por avatares de la política, Rotella dejó de ser alcalde, llegando José Gutiérrez Portilla, que tuvo que ver cómo el Insalud desmantelaba la sanidad hospitalaria de Torrelavega. Presionado por un ingente movimiento vecinal (atizado desde la sombra por el propio alcalde), el Ministerio de Sanidad accedió a que se construyera un hospital.
Se eligió para ello el terreno que se conocía popularmente como Sierrallana, y lo que no era más que un monte poco productivo se convirtió en el disputado objeto de deseo económico que reclamaban los alcaldes de Reocín y Santillana, entablándose un litigio –con extraños 'cambios' de mojón incluidos– queriendo hacerse con el maná del futuro hospital. Once años duró la lucha por controlar el terreno, hasta que en 2004 el Tribunal Supremo sentenció que la Sierra de la Gallina (así obra en la Dirección General del Catastro de España) era solo de Torrelavega. Se jugaban los millones de la licencia, del IBI y de taxis y transportes, nada menos. Finalmente, el 1 de noviembre de 1994, sin aviso ni corte de cinta, el Hospital Sierrallana se abrió con el nombre del terreno que ocupaba, manera diplomática de solventar la vejatoria disputa en el PSOE gobernante sobre si debería llamarse Gutiérrez Portilla o Manuel Teira.
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