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Cuando un político decide preguntar qué es lo que debe hacer, resulta lícito pensar que no sabe muy bien qué es lo que tiene entre ... manos. Los referéndumes son interesantes para pulsar la opinión –aunque también un riesgo–, porque dependiendo de la respuesta que se obtenga, a veces hay sustos. Por eso, no son proclives a la consulta más que en casos que no les atañe personal o políticamente. Plantean nuestros caporales una encuesta mediática sobre qué destino deberían darle al uso del Palacio Municipal, la única obra arquitectónica civil reseñable que se conserva del Torrelavega antes de ser abatido por la piqueta del urbanismo desaforado de los años sesenta.
Da la sensación de que hay temor a equivocarse, y para evitarlo, como hizo Pilatos, tratan de justificarse dejando en el pueblo la decisión. ¡Ya le gustaría a los ciudadanos que les preguntasen tan directamente por otras cuestiones, sin ir más lejos, por ejemplo, por la asignación y rentabilidad de los salarios que les paga! En este caso, cómo cuando no sobra imaginación, se recurre a la pantalla 'cultural'.
El Palacio debería seguir siendo la sede política de la ciudad, como ocurre en la mayoría de las urbes que tienen la suerte de contar con un edificio noble. Sin embargo, han decidido llevar esta representación a La Llama (por cierto, con alguna civilizada disputa sobre la asignación de despachos), quizás para darle contenido a un inmueble que se compró para auxilio de una Cámara de Comercio a punto de zozobrar económicamente. Como muestra de la indolencia, en lo que se refiere al Palacio, sirva una de las fotografías publicadas recientemente por este mismo periódico donde se ve cómo algunos materiales de la obra de rehabilitación que se está haciendo, aparecen apoyados sobre los frescos del que fuera el aristocrático salón de baile. Tampoco parece que tengan clara qué salida darle al edificio del mercado de abastos. Llevan seis impotentes intentos de revitalizarlo, queriendo hacer de él un sosias del madrileño Mercado de San Miguel o del santanderino Mercado del Este. En esos mercados se ha apostado por actividades hosteleras, o de comercio asociado, lo que ha llevado a concentrar una serie de negocios al asubio de las inclemencias meteorológicas. Debe resultar poco atractivo, por ejemplo, estar tomando unas rabas al lado de una parada de productos frescos. O somos truchas o monos. No queda más remedio, hay que decidirse. No tener las cosas claras conduce a la procrastinación o a tomar decisiones compulsivas sin evaluar bien las consecuencias. Sin una visión clara de las cosas en muy difícil saber a dónde ir o qué pasos seguir. Dicen los expertos que para tomar una decisión hay que definir bien los objetivos –en definitiva, saber lo que se quiere–, priorizar las necesidades, buscar información y asesoramiento y tomarse un tiempo para ordenar las ideas antes de actuar.
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