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Paso corto y mirada larga, solía decir el alcalde Portilla. Quienes pugnan por la paralización de las obras de soterramiento de las vías de Feve, ... aduciendo el más que significativo aumento del presupuesto inicial, deberían hacérselo mirar. Si así fuera, pasaríamos a la historia como el del chiste, aquél que decidió vender el coche para comprar la gasolina. Torrelavega lleva desde los años 60 del pasado siglo –y quien lo dude, que se trabaje la hemeroteca– pidiendo, sugiriendo o exigiendo, según el momento histórico, que la ciudad deje de estar roturada por una vías que no solo forman un imaginario muro de Berlín, si no que también costaron muchas vidas antaño a quienes se vieron atrapados por los trenes cuando los sistemas de seguridad se limitaban a unas barras que se subían o bajaban manualmente. Sería algo así como prohibir el uso de los coches para reducir la contaminación, una especie de ley seca del desarrollo, modernización y seguridad de la ciudad.
Llevar a cabo una obra como la que está encima de la mesa no es cuestión baladí y, con mucha seguridad –con toda–, ocasionará molestias, problemas e incomodidades, y quizás, unos años en los que visitar Torrelavega no sea lo más atractivo. Quienes piden que se frene el proyecto aducen que el Ayuntamiento verá hipotecado parte de su presupuesto durante más de 20 años para sufragar la parte que le corresponde abonar. Pues mire, gustosamente le permito el uso de mi dinero como contribuyente para conseguir hacer una ciudad más amable y segura, y lo prefiero, antes de que se lo sigan gastando en chiringuitos juergueros, bancos gigantes, tatuajes, banderolas o totems indicando en la plaza Mayor dónde está la plaza Mayor.
En los últimos veinte años, desde que se construyera el bulevar ronda, esta ciudad no ha hecho una inversión de altura, de esas que cambian la fisonomía de esta tierra dormida a la que parece que algunos quieren volver a sumir en un duermevela cada vez que suena el despertador. Otra cosa, más que lícita, es preguntarse quienes son los 'científicos' que hacen los proyectos, los que analizan los costes presupuestarios con tanta precisión como para tener que modificar el coste aún sin haber puesto una excavadora en la calle.
Miedo dar pensarlo. Torrelavega está a punto de acometer una de las grandes obras, de esas que cambiarán su futuro físico y social, y en mi optimismo, me atrevería a decir que casi tan importante como cuando se abrió el camino a la Meseta. Y los ciudadanos del uno y el otro lado de las vías se reencontrarán por fin, y quienes solo vean el lado económico de la vida, descubrirán que sus propiedades aumentarán de valor, aunque para ello tengamos que perder el icono de edificio de la vieja estación del Cantábrico. Hay que aceptar que para ganar también hay que saber.
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Ana del Castillo
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