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Torrelavega ha perdido esta semana pasada a dos personas que, desde la discreción, fueron protagonistas, a su manera, en los cambios operados en la sociedad de los últimos 50 años, incluso, posiblemente, ellos, sin saberlo, jugaron un papel en absoluto baladí en la formación del ... actual cuerpo social. Fueron agentes activos alejados del personalismo, del egoísmo y el exhibicionismo con el que se fustiga ahora a una sociedad que, afortunadamente, tiene aún fuerzas para evitar envilecerse. Han sido sus obituarios, pues, momentos pintiparados para rendir un homenaje a los hombres y mujeres que colaboraron generosamente en la formación de la ciudad entre 1974 y 1979, y del país que hemos heredado, y que, quizás, se hayan ido frustrados al haber asistido a cómo se ha malbaratado las dosis de humanismo y entendimiento que aplicaron en momentos claves, justo cuando ellos tuvieron suficiente altura de miras: Julio Ruiz de Salazar, José Ramón Tirado, Carlos Monje, Roberto Peón, Pardo Castillo, Nilo Merino, Manuel Teira, Camilo Villanueva, Agustín González, González Morante, Gutiérrez Colomer… Unos políticos que, desde sus sencillos escenarios, y procediendo algunos del franquismo, decidieron participar activamente, o al menos no obstaculizar, la Transición, lo que fue fundamental para el éxito del proceso.
Muchos de ellos, en lugar de aferrarse al inmovilismo del régimen, comprendieron que la única vía para garantizar la estabilidad era la apertura hacia la democracia. Fueron personas que lo entendieron y que trabajaron para integrar a la derecha en el nuevo sistema. Aunque con diferencias y tensiones, permitieron que sectores conservadores se sumaran al proceso sin recurrir al bloqueo.
Hablamos de políticos que no trabajaban principalmente por dinero, sino por un propósito mayor: el bien de la ciudad. Muchos de ellos, lejos de enriquecerse, hicieron grandes sacrificios personales y profesionales, e incluso, algunos vieron afectadas sus economías o sufrieron marginación con el tiempo. Mas allá de su ideología, entendieron que estaban construyendo algo más importante que ellos mismos. Con la necesidad de acuerdos, la renuncia a posiciones maximalistas, y la voluntad de ceder por el bien común, demostraron que su motivación no era la riqueza personal, sino el futuro.
La política actual se ha convertido, por el contrario, y en muchos casos, en un medio de vida más que en un servicio público, una profesionalización en la que muchos de sus protagonistas hacen de su cargo su única trayectoria laboral, algunos, sin experiencia previa en otros ámbitos, lo que genera un distanciamiento con la realidad ciudadana.
Por supuesto, hay excepciones, y sigue habiendo políticos comprometidos. Sin embargo, el sistema actual incentiva la permanencia en el poder y el cálculo electoral, muchas veces por encima del interés general. Esto erosiona la confianza de la ciudadanía en las instituciones y refuerza el desencanto con la política. Frente a ello, sigue habiendo un legado y un referente de compromiso y servicio público.
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Ana del Castillo
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