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En la reivindicación del valor de las personas «de edad» se ha recuperado un término, «edadismo», acuñado por el gerontólogo norteamericano Robert Butler en 1969 ... para referirse a los estereotipos y a los prejuicios existentes en la suposición de que las personas mayores presentan deficiencias debido a su edad. Butler señaló que el prejuicio contra la edad se ejercita en realidad contra todos, ya que a medida que la longevidad aumenta, terminaremos por convertirnos en sus víctimas. La sabiduría de los mayores es un tesoro invaluable que se transmite a través de generaciones, el resultado de años de experiencia, aprendizaje y reflexión sobre la vida que, frecuentemente, no proviene de los libros, sino de vivencias, de errores y, también, de los triunfos acumulados. De escucharles se puede obtener la sabiduría que podría ayudarnos a tomar decisiones más correctas, evitar errores y apreciar valores esenciales como la paciencia, la empatía y otro término también en boga, la resiliencia.
Sirva este preámbulo para ensalzar a un profesional emérito de Torrelavega, el senior de los reposteros y pasteleros de la ciudad, Luis Ruiz Vega –Luis Vega para todos–, que el 16 de diciembre recibirá en el Palacio de La Magdalena el premio al mejor repostero, galardón otorgado por la Academia de Gastronomía de Cantabria. El acto tendrá lugar a las siete de la tarde, con acceso libre a todos cuantos quieran acompañarle en tan especial efeméride.
Vega es, además de un reputado profesional, ejemplo de esos trabajadores natos que han hecho de Torrelavega una ciudad de impulso industrial y comercial, una muestra de la negación del edadismo y un ejemplo de pundonor en un sector en el que hay tantos y tan extraordinarios profesionales. A sus 87 años, Luis celebra, en plena forma, el 75 aniversario de cuando, por primera vez, pisó, siendo un niño, el obrador del fundador de la saga, Ángel Blanco, para hacer los recados, y donde pudo admirar la pericia del que ya era oficial, Luis Santos, y la extraordinaria técnica del horneado de Baldomero Fernández, quien fuera después nuestro Mero «el barrendero», un personaje que dejó huella en la ciudad. Allí estuvo hasta que fue llamado a filas en 1960 y, a su regreso, dejó el trabajo con Santos y se incorporó con Lin González Blanco aunque, siendo como era y es, un hombre inquieto, y para seguir aprendiendo, en 1961 viajó a Sant Cugat del Vallés para realizar un curso con un maestro de maestros, Jaime Savat. A su regreso, en 1962, abrió despacho y obrador en la calle Julián Ceballos, comenzando así, con su esposa y fiel compañera, Isabel, un camino hasta situarse como un referente, en Torrelavega y Santander, de la repostería de alta calidad. Un nuevo galardón, pues, al trabajo que sigue siendo bien hecho.
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