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Supongo que hace 60 años debió de ser una noticia de impacto. En agosto de 1963, este mismo periódico, a través de su corresponsal Paco Cayón, informaba a sus lectores de un hecho insólito para una ciudad de provincias, por mucho que la titularan la ... ciudad del dólar por su auge económico, comercial e industrial: un niño de Torrelavega, que tenía entonces 10 años, iba a viajar a Tierra Santa nada menos que acompañando a Su Santidad el Papa Pablo VI.
El chaval se llamaba Emilio Bedia García, actualmente reputado oftalmólogo, e hijo del también doctor Emilio Bedia y de Juana García, enfermera. Había sido seleccionado por Carmelo Oria Cifrián, delegado del Frente de Juventudes en el anterior régimen –fundador de la Emisora Escuela, que dio paso en 1954 a Radio Juventud de Torrelavega– y acudió en representación de todos los niños de la entonces Montaña a aquel importantísimo viaje.
Tres meses antes, Juan Bautista Montini había sido elegido Papa a los 65 años, sucediendo a Juan XXIII, anunciando de improviso su viaje apostólico a la tierra de Jesús durante su discurso en la solemne clausura de la segunda sesión del Concilio Vaticano II, determinando hacer aquella histórica peregrinación a los santos lugares, siendo el primer pontífice en pisar Jerusalén. Quien se llamó el Papa de la Paz, San Pablo VI, quiso viajar acompañado por niños de varios países, entre ellos de España, acudiendo a la peregrinación uno de cada provincia. Una parada a orillas del Jordán, la visita a la casa de Lázaro en Betania precedieron la llegada a Jerusalén, culminando con una Misa en el Santo Sepulcro el día de Epifanía, lo que seguramente supuso un hito histórico en la vida de aquel chaval el mismo día de Reyes.
Las imágenes de aquel viaje pudieron verlas los torrelaveguenses en algunas de las 2.000 televisiones que estaban entonces registradas en la ciudad, la misma que tenía 40.000 habitantes, solo diez mil menos que en la actualidad. La televisión, por cierto, había llegado con retraso a Torrelavega en noviembre de 1960 y fue un gentío el que se reunió en los cafés Cántabro y Toledo, y ante el escaparate de quien las vendía, para ver la retransmisión de un partido que enfrentó al Real Madrid y al Barcelona, una avance técnico para el que el recordado corresponsal pedía «serenidad para que no sea motivo de desequilibrio económico en los hogares y un cambio de costumbres más o menos convenientes, pues de todo puede haber si no impera el buen sentido».
Para cerrar el recuerdo de aquel agosto del año 1963 valga recordar que la Gimnástica de Torrelavega ganó en El Malecón al Racing de Santander por 4-1 en un partido amistoso en el campo y menos fraterno en el graderío.
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