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Algo ocurre en una sociedad en la que una joven de 16 años puede abortar sin permiso pero a la que se le exige tener ... 18 años para poder estampar en su piel un memento feminista en forma de tatuaje. Esta 'original' y bizarra forma de celebrar en Torrelavega el Día de la Mujer nos confirma esa ascensión imparable que tenemos los torrelaveguenses hacia lo universal, al considerar que llevar dibujada la piel forma parte de la reivindicación feminista. Dentro de unos años estas mismas jóvenes podrían pedir explicaciones a la concejala de Igualdad, Patricia Portilla (PSOE), de por qué la oferta que recibieron siendo estudiantes fue la de un tatuaje y no, por ejemplo, la de instar a las empresas que creen una guardería para que puedan conciliar su vida familiar y laborar; cómo evitar tener que leer en los periódicos que a una niña de 11 años unos monstruos menores de edad abusen sexualmente de ella; por qué nadie hizo una campaña enseñando a los aprendices de machitos que una mujer es un valor innegable en sí misma, independiente de que sea alta, baja, fea, guapa, gruesa o sufra de bulimia tratando de ser un estereotipo impuesto por deseo de los hombres.
Dentro de cada mujer, desde la extrema derecha a la extrema izquierda, hay una feminista, que no es otra cosa que el reconocimiento de que es un ser imprescindible, independientemente de que atienda una cocina o se siente en el despacho acristalado del mayor banco de Europa. Los 'tatuajes por la igualdad' –razona la peculiar concejala– son una muestra «innovadora, única y transgresora» de su gestión al frente de un departamento del que se espera desde hace más de un año que convoque a los ciudadanos a reflexionar durante un minuto cuando una mujer es masacrada en países en los que no es más que un objeto o cuando en la puerta de al lado se escuchen amenazantes gritos contra una mujer. Como sigamos así, con asuntos como este podríamos entrar en el ranking de las propuestas, también 'originales', apoyadas por algunos ayuntamientos, como el de Cieza (Murcia), donde el que gana es quien lanza un hueso de aceituna más lejos; el de Castrillo de Murcia (Burgos), donde se concursa para saltar sobre bebés tirados en el suelo sin pisarlos; el de Cascante del Río (Teruel), que convoca un concurso de lanzamiento de carretillas de obra; o mismamente ese pueblo del Pirineo francés, donde el ganador es quien mejor imite el gruñido del cerdo. Y que nadie se rasgue la vestiduras, la medida fue aprobada por un consejo en el que todos los partidos políticos están representados.
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