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Torrelavega dedicará una de sus calles a Armando Álvarez Villanueva, el principal empresario familiar de Cantabria y que fue, y sigue siendo, pulso de la vida laboral y económica de esta comarca.
En agosto de 1991, el empresario ya había cumplido 63 años, y siendo ... como era una persona 'alérgica' a la popularidad, rompió su férreo silencio concediendo a El Diario Montañés una entrevista personal y profesional en la que se dio a conocer por primera vez el perfil de uno de los grandes empresarios de la región. Tuve la oportunidad de mantener con él una larga (y única) entrevista en la que encontré un hombre con los rasgos de quien se ha hecho a sí mismo: sobriedad, capacidad y amabilidad, que accedió a que le hiciera, incluso, una fotografía, siendo la primera vez que se ponía rostro público al fundador del grupo Álvarez. «La mejor publicidad de un empresario es la calidad de su producto», explicaba entonces quién dedicaba doce horas diarias al trabajo.
Me contó que había llegado a Torrelavega con 23 años buscando la madera de eucalipto que sus padres necesitaban, porque se dedicaban a trabajos de entiba en la floreciente minería asturiana. En 1950, con seis trabajadores, el joven Álvarez comenzó a comprar derechos de tala de estéreos por toda la región. En 1991 ya tenía 1.800 empleados y actualmente más de 2.000 repartidos entre las empresas radicadas en Cantabria, España, Europa y Estados Unidos. Explicaba que el éxito radica en «tener control directo sobre el trabajo y para ello tienes que haber empezado desde abajo». Hombre ajeno al lujo y al boato, aseguraba que mal iban aquellos empresarios «que dirigen desde arriba, sentados en grandes despachos, con muchos teléfonos y artesonados, y que no saben rodearse del mejor equipo posible». Falleció en 2015 dejando a Cantabria una herencia de riqueza y empleo, superando a las grandes 'fabriconas' que dieron nombre a la 'Ciudad del dólar'.
Se unirá, con toda justicia, al plano urbano –es de esperar que con la enjundia que merece el personaje– junto a otros nombres ligados a la historia industrial de Torrelavega, como Julio Hauzeur, el belga afincado en Asturias, que en 1856, por una auténtica serendipia, descubrió el potencial de zinc en Reocín, base durante un siglo de la minería en la comarca. Al de Pablo Garnica, que, aunque no tuvo una actuación personal en la ciudad, pilotó parte de la fundación de Sniace desde su puesto como banquero en el Banco Español de Crédito, o los hermanos belgas Ernest y Alfred Solvay, que eligieron Barreda para asentar su gran empresa. Quedan otros nombres que también colaboraron a fundar algunas de las pequeñas y medianas empresas señeras que hicieron y hacen historia, como Germán Marcos, Obregón, Rocacero o Landaluce, entre muchos otros.
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