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Una de las ideas para la futura utilización del edificio de la Plaza del Grano, que albergó en el siglo XIX al primer Ayuntamiento de la ciudad –ahora en situación de serio deterioro–, es la creación de un museo dedicado al hojaldre. Siempre es bienvenida ... una actuación museística porque sirve para recoger la historia de una ciudad, desempeñando un papel fundamental en la preservación y transmisión de su herencia cultural y social.
Ahora bien, priorizar es también importante y Torrelavega adolece de un museo generalista, como tienen tantas ciudades, que acoja los elementos pictóricos, escultóricos, mobiliarios, bibliográficos, maquetas y objetos de otra índole que permitan dar una idea a visitantes y locales –especialmente a los escolares– de los hechos relevantes de su historia cercana pero, sobre todo, un lugar donde reunir objetos de valor. Se perdió la oportunidad de haber ubicado un museo de este tipo en la casona que acoge el CN Foto que, si bien es una institución interesante, no deja de ser un lugar poco visitado. Quiso ser un museo nacional y se quedó a medio camino. Los cuadros, esculturas, y otros elementos de la historia de Torrelavega, están diseminados por despachos y otras estancias perdiendo su valor intrínseco, y lo que es peor, restando a los ciudadanos su derecho a ver y cuidar esmeradamente su relato histórico material.
La idea de magnificar el hojaldre es buena. Partió del alcalde Gutiérrez Portilla durante una visita institucional a la ciudad francesa de Evron en 1991, donde conoció el culto del país vecino a las cofradías –le llevó a crear una dedicada al hojaldre– lo que ha dejado el nombre de la ciudad unido a nuestra buena tradición repostera. Pero de ahí a magnificarlo con nivel de museo, cuando adolecemos de iniciativas generales y cercanas… No obstante, el equipo de gobierno es quien decide y hace.
Torrelavega posee una vasta colección de valiosos cuadros, dibujos, fotografías, esculturas y elementos decorativos, como los jarrones regalados por la reina regente María Cristina en 1898, o uniformes del General Castañeda, la batuta de Lucio Lázaro y una destacable colección de pintura, patrimonio formado de momento por 806 piezas catalogadas (hay otras que se sabe de su existencia pero no de su paradero).
Es loable el interés de la concejala de Cultura para finalizar con el trasiego que ha sufrido nuestro patrimonio artístico y cultural, desde la buhardilla del Palacio, al edificio del extinto sanatorio El Carmen, las escuelas de Solvay, el Archivo o la Hemeroteca, incluso, adornando los despachos sin cuidado debido. Siguen en paradero desconocido (o en alguna casa particular) algunas piezas, como la lápida de doña Leonor de la Vega, el banco de madera propiedad de la relevante familia De la Vega, o el busto del alcalde Adolfo Ruiz de Rebolledo, porque ya se sabe, a río revuelto…
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