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La tierra dormida

El Viena, un guiñoa la modernidad

Ofrecía exquisitos productos que Diestro trajo en 1945 como delicada novedad

Domingo, 21 de mayo 2023, 10:40

Les invito a un viaje al pasado hasta llegar al día 15 de agosto de 1957, festividad de La Patrona. En los Portalones, en la ... confluencia de José María de Pereda y Ruiz Tagle, se celebra una inauguración de postín. El matrimonio Fernández Diestro –Jaime y Carolina– reúne a lo más encopetado de la sociedad torrelaveguense en la inauguración de El Viena, un café, mantequería y confitería. No era un local cualquiera. Se trataba de un establecimiento modernísimo, 'a la americana', en el que el pudiente matrimonio no había escatimado sus muchos cuartos; arquitectónicamente, inusual. Las paredes eran grandes 'lunas' que permitían al paseante fisgar y a los clientes exhibirse en el sitio chic de moda. El exterior se decoró con motivos florales, campestres y balandros. En el interior, una vanguardista barra americana, provista de una fuente de soda. Las banquetas, giratorias, forradas en piel y ancladas al suelo. ¡Lo nunca visto!. El arquitecto de la obra también estaba de moda, Federico Cabrillo, así como el aparejador, Gerardo Cavadas. Como maestro de construcción se contrató a Andrés Novo, y como jefe de sala a Francisco Torres, un reconocido profesional al que ficharon en la Cafetería California de Santander. El administrador era Leopoldo Argos. La obra corrió a cargo de la firma Obeso, que trajo los mejores mármoles de Alicante para dar forma a una decoración que se debió a la afamada Casa Ríos, una casa santanderina especialista en esculturas y ornamentación. El interior era atrevido para la época. Murales con temas cinegéticos y caballos, cornisas con florones, espejos y cristales instalados por Vidriera Montañesa; una llamativa crestería artística, medias cañas de latón, forjas y fundiciones que se encargaron a Talleres Gema, y una iluminación directa e indirecta que llamó la atención y que se debió a Talleres Ondas, propiedad de Manuel Vila López. En definitiva, un impactante local. La entrada principal se situaba en los Portalones, con una escalera modernista que conducía a la barra americana. La entrada por Ruiz Tagle, a través de otras vidrieras, daba acceso a la zona de comedores reservados para celebraciones particulares. En los sótanos, se encontraban los almacenes de vinos y licores –los Diestro eran propietarios, entre otros negocios, de la firma más prestigiosa de coloniales–, las calderas de la calefacción, el obrador de la pastelería, un ascensor de servicio y ¡aire acondicionado! La mantequería ofrecía exquisitos y singulares productos, entre ellos jamón york –que había llegado a España en 1945 y que Diestro trajo como delicada novedad a Torrelavega–, los canapés al estilo de la madrileña La Mallorquina, sandwiches, mariscos para 'tomar las once' y café de varios países que el propio Diestro tostaba en sus almacenes. Una muestra del poderío de aquella ciudad cubierta de oro a la que se le apagó el brillo.

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