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Como he contado otras veces, al venirme a vivir de Madrid a Santander sabía perfectamente las ventajas y las desventajas. Entre las primeras, el mar y la montaña cerca, buena gastronomía, otro ritmo de vida más pausado, un ocio diferente, buena gente... en definitiva, lo ... que se llama calidad de vida. Y entre las desventajas, las regulares comunicaciones a otras ciudades y por supuesto, la famosa lluvia cuando toca muchos días seguidos.
Sin embargo nunca había metido en la ecuación otro enemigo que encima es, además, bien peligroso. Porque no se ve, pero se siente. Lo percibí cuando dejó su huella en el pan al intentar hacerme un bocadillo una noche de fútbol. Está presente siempre cuando me ducho dos veces en el mismo día y también, cuando paseo y veo mi cabeza reflejada en un cristal. Por supuesto, estoy hablando de la temible humedad. La humedad es un enemigo silencioso del que no te acuerdas casi nunca porque cuando la descubres, ya es tarde.
El día de la ducha fue claro. Fui a coger mi toalla y ahí estaba la muy perra haciendo que estuviera igual de mojada que cuando la dejé tras secarme por la mañana. También me cogió desprevenido el día que vi su acción en mi pelo reflejado como decía en un cristal. Menos mal que yo tengo el pelo corto y se me nota menos, pero mi madre que lo tiene bien rizado, modelo oveja diría, parece una mezcla entre Marcelo el del Real Madrid y un caniche al que nunca hayan llevado a una peluquería canina. Lo del pan sí que fue un bajón. Todo el verano esperando para ver empezar la Champions, cerveza y bocata en mano, y cuando agarro la barra de pan resulta que solo daba para entretenerse haciendo chicles durante todo el partido.
Lo peor es eso, que ataca a traición y no te da tiempo a reaccionar. Como cuando te vas de fin de semana a algún pueblo cercano, que cuando vuelves y abres la maleta para deshacer la ropa viene casi mojada, como si te hubieras secado con ella después de otra ducha. ¡Pero cómo es posible que se haya metido ahí también!
Recuerdo hacer mi mudanza Madrid-Santander tan feliz recogiendo todos mis bártulos, humidificador incluido, y ahora resulta que el chisme está criando polvo porque lo que tengo que comprarme es un deshumidificador. Y mientras lo cuento aquí, ya me ha vuelto a pillar, porque el aparato realmente ya no cría polvo sino relente...
Como siempre, no hay mal que por bien no venga. Con el clima seco de Madrid y teniendo en cuenta que yo hablo por los codos (menos mal que solo tengo dos) me acababa cogiendo todos los años 2, 3 y hasta 4 dolores de garganta por temporada. Ahora aquí con este clima la verdad que la cosa va mucho mejor. Húmedamente mejor...
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