Nocturno schubertiano en Rosamunda

Nacido en Lichtenthal, Viena, en 1828, la vida sólo le dio treinta y un años de cuerda. Más no necesitó tan portentoso compositor para consagrarse como sobresaliente precursor de la música moderna.

En Santander, Palacio de Festivales, Sala Argenta, se conmemoraron los 225 años del nacimiento del brevísimo maestro austriaco, único gran músico instalado de por vida en la costa cantábrica. Donde tiene playa a su nombre. Al acaso de un melómano que al lugar donde durmió sobre su hatillo de camino a Santiago bautizó con el nombre de la obertura Rosamunda, única parte de la ópera Alfonso und Estrella (1823) que el compositor a quien los tiempos celebran por sus sonatas para piano a dos y cuatro manos logró representar en vida, sorteando no pocas dificultades. La muerte de su admiradísimo Beethoven (1827) le causó tan gran dolor en el alma que tardó muy pocos meses en seguirle al otro mundo, siendo sepultado a su lado, féretro con féretro.

Doscientos veinticinco años después de su nacimiento, la institución 'Encuentro de música y academia de Santander' le rindió un sentido homenaje en la Sala Argenta. Donde se interpretaron varias composiciones suyas, con el broche de oro del octeto para clarinete, trompa, fagot, 2 violines, viola, violonchelo y contrabajo en fa mayor D 803. Cuyo vibrante eco el viento de los aplausos acercó hasta la cala que en el litoral cantábrico evoca permanentemente a Schubert: Rosamunda, mínima y graciosa playa entre La Maruca y El Bocal, con el cielo por emblema.