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En las democracias modernas como la nuestra, los ciudadanos, a la hora de expresar sus preferencias mediante el voto, eligen entre candidatos designados por los ... partidos bajo cuyas siglas se presentan. Por tanto, una vez elegidos, deben de responder de sus responsabilidades ante los electores, pero también ante el partido que les sustenta y, cuando estos, los elegidos, traicionan sus principios ideológicos -algo tristemente habitual en los llamados tránsfugas-, no solo traicionan a su partido sino que convierten el voto de los ciudadanos en papel mojado.
Durante los años que llevo dedicada a la política municipal he tratado de ser fiel a este precepto de Baltasar Gracián: «escucha, mira y guarda silencio», pero últimamente se están produciendo ataques verbales, no solo contra mi actividad como concejala de Turismo, Cultura, Educación y Servicios Sociales del Ayuntamiento de Santillana del Mar -algo legítimo, por supuesto, siempre y cuando su objetivo sea criticar mi labor-, sino contra mi persona. Por esa razón, me veo obligada a romper ese tan preciado silencio, santuario de la prudencia, porque, siguiendo de nuevo a Gracián, si quieres que otros te respeten, debes antes de nada, respetarte a ti mismo.
En nuestro municipio, determinadas actitudes personales recientes han puesto de manifiesto que en muchos casos la política, como decía el filósofo francés Edmond Thiaudière, es «el arte de disfrazar de interés general el interés particular». Solo así puede explicarse el ejercicio de transfuguismo que han puesto en práctica algunos de los políticos locales cuyos nombres son conocidos por todos los vecinos de Santillana.
Estas personas tratan siempre de justificar su paso a otros grupos políticos aduciendo razones como el cambio de orientación ideológica de su partido, discrepancias internas con el modo de gobernar o defender el interés de los vecinos... Pero estas razones son solo una pantalla que trata de ocultar las razones verdaderas, las cuales tienen más que ver con el oportunismo político y con rencillas de carácter personal que con problemas de orden ideológico, porque todos sabemos que dicho oportunismo puede estar motivado, en la mayoría de los casos, como la experiencia nos ha enseñado, por intereses relacionados con la dinámica del poder en sí mismo -la promesa de un cargo en la nueva configuración del gobierno municipal-, y por otros de orden económico -en forma de prebendas-, que tristemente favorecen la corrupción.
Por otro lado, solo con el trabajo diario desde dentro, con la participación activa en el gobierno municipal y atendiendo las peticiones de los vecinos es como se puede cambiar y mejorar la vida de los ciudadanos. Ese es el único cauce posible.
Es una labor que desempeño gratamente con honor y orgullo representando las siglas del PRC.
Somos conscientes de que si estamos donde estamos es para servir a los vecinos. Somos servidores públicos y estamos en las instituciones de gobierno para mejorar las condiciones de vida de nuestros ciudadanos.
Como resulta lógico deducir, la actitud de los tránsfugas perjudica la cultura política de la democracia porque los votantes acaban desconfiando de la utilidad de su voto, ya que no alcanzan a comprender como unos políticos elegidos bajo las siglas de un partido pueden, durante la legislatura en curso, pasarse a otro distinto -en muchos casos en polo opuesto ideológico- y ejercer desde su nuevo espacio una oposición, generalmente virulenta en extremo, que a mi modo de ver, descalifica sus argumentos.
Y es que -regresando a Gracián- «los envidiosos mueren no una vez, sino tan a menudo como los envidiados ganan aplausos».
Los políticos han de ser leales ante todo a sus principios y a las instituciones que representan a todos, a quienes les votan y a quienes no.
La política municipal debe generar confianza en el ciudadano, estar a pie de calle y conocer y detectar de primera mano cuáles son las verdaderas necesidades y problemas a los que se enfrentan en el día a día.
Por eso cada vez es más importante dejar a un lado los egos partidistas y actuar en beneficio de la sociedad imponiendo el entendimiento, la lealtad y la negociación como valores prioritarios.
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