En nombre de la libertad
El lapiz de Penélope ·
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Esta semana detuvieron a dos falsos fontaneros que desvalijaban ancianas, como algunos bancos con el fraude de las preferentes. El relativismo ético predica que ... lo correcto varía de una sociedad a otra, pero según nos desvalije un nadie o un alguien se le encasta con un lenguaje diferente. El buzo azul facilita un contundente desdén. El cuello blanco de corruptos y tramposos ha sido más resistente al desprestigio. La pobreza quizá sea el peor estigma. A un extranjero adinerado nunca le describe el calificativo de inmigrante.
Nuestras convenciones sociales ahora blanquean cuestiones ayer inmorales hoy bendecidas por el libre mercado, doctrina que lo mismo sirve a alcachofas que a personas.
Según el 'feminismo liberal' una mujer es más libre si puede ser prostituta o vientre de alquiler. Establece dos categorías con desiguales circunstancias. Las que tienen derecho a comprarse un hijo y prostituirse por capricho, y las que tienen derecho a venderlo que se prostituyen por necesidad. Esa libertad nos conceden los dioses –escribió Pessoa- someternos a su dominio por nuestra voluntad. La cuestión es si en nombre de la libertad debemos reivindicar hasta el derecho a ser esclavos. Si así somos más libres, o si la sociedad debe proteger a sus individuos incluso de ellos mismos, para preservar la dignidad del mendigo que por cien euros se deja tatuar la frente, o la del enano que acepta lanzarse desde un cañón en el circo.
Abierta la veda de la infamia el PP propone no expulsar a embarazadas inmigrantes sin papeles que den su hijo en adopción. Aprovecharnos de su desgracia nos hace un país éticamente subdesarrollado.
La maternidad convertida en negocio –como la prostitución– pasa a regirse por las reglas mercantilistas, no morales. Esa renuncia lo enturbia todo. Solo nos hace personas la humanidad –advirtió Víctor Hugo- si la perdemos no nos queda nada. Ya nos vendimos por cinco fragatas cuando cerramos los ojos al tráfico de armas con Arabia Saudí. Entonces nos derrotaron las lentejas. Ahora, Rumpelstiltskin, el enano saltarín que salva a la molinera a cambio de su primer hijo, ya no es el malo del cuento.
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