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Los nombres de las calles de una ciudad sirven evidentemente para informar a los ciudadanos dónde están situados, pero también son una forma de culturizar. De forma genérica podemos decir que las denominaciones suelen corresponder a hechos pasados, gestas ocurridas ya en la historia ... nacional o local, o bien nombres de personalidades fallecidas, utilizándose excepcionalmente nombres de personas vivas, con lo cual se quiere rendir homenaje y recuerdo a su trayectoria y labor.
Cuando uno visita ciudades por los nombres de sus calles inmediatamente aprecia en qué país, incluso en que región se encuentra. En algunas urbes no todas las calles tienen identificación nominal, sino que algunas las señalan con un número. Valga como ejemplo paradigmático la ciudad de New York, que nos sitúa simplemente por el número de la avenida y el de la calle correspondiente que la cruza.
El nivel cultural de una ciudad puede vislumbrarse sencillamente dándose un paseo por sus calles. Hay urbes con nombres más universales y otras más localistas. Un factor que influye es la intromisión de la política en el callejero. Otra sería la vocación nacionalista de la región autonómica. Y mencionar también la desidia o incultura de algunos gobernantes. Los vaivenes de la política es un factor muy destacado para que los responsables culturales de las ciudades se dejen influenciar, y cambien muchos nombres de las calles que tradicionalmente fueron aceptados por los ciudadanos, siendo sustituidos en buena parte de los casos por figuras más comunes del momento.
Un ejemplo muy elocuente, ocurrido en nuestros días, ha tenido lugar en una bella ciudad isleña del mediterráneo. Influido por un afán nacionalista, el legislador pretendió quitar del callejero de su ciudad tres nombres de héroes nacionales cuya vida transcurrió en épocas ya muy lejanas, sin ninguna relación por tanto con lo que él, por ignorancia, desconocía. Justifica hoy el hablar de mejorar la culturización de la ciudad porque ciudadanos en sus paseos y recorridos por calles y plazas conocen un gran número de sus nombres, pero no siempre saben lo que significa o representan. Si se hiciese una encuesta a los viandantes nos quedaríamos sorprendidos. Incluso cuando se le pregunta por la calle donde él ha vivido siempre.
Es fácilmente constatable que ciudades grandes usan nombres históricos y acontecimientos importantes de rango universal. Mientras que ciudades pequeñas nominan a sus calles con nombres de personalidades localistas, de gran valor entrañable sin duda, pero que no soportan el filtro del tiempo.
Otra característica, hoy en día, en ciudades con marcado acento nacionalista es la de rotular sus calles y plazas únicamente con personalidades propias y en su lengua vernácula, lo que supone, a cambio, empequeñecer el lugar. Una falla muy común del callejero de la ciudad es nominar una calle con el apellido de una persona, y no poner debajo su profesión y fecha de existencia. Generalmente suelen corresponder a políticos, militares, artistas, deportistas... E incluso existen calles con un nombre bautismal, que pertenecen a alguna novela costumbrista, lógicamente desconocida del visitante.
En todas las urbes desarrolladas existen centros culturales que velan por el patrimonio histórico. Su verdadera razón de ser es la de aconsejar a los responsables de la función pública. La figura del Cronista Oficial de la Ciudad, lejos de ser un título honorífico recae sobre una personalidad cualificada y conocedora de la historia, hechos y costumbres de lugar. A ellos les corresponden despachar justificación e idoneidad del nombre de una calle.
Refiriéndonos a las placas que indican los nombres de calles y plazas, conocemos ciudades bien rotuladas, visibles por el tamaño de su título y letra, y colocadas con cierta secuencia. Otras por el contrario, ejemplo de ciudad descuidada, mantienen placas carentes de información e incluso con ausencias o defectos.
El criterio de bien informar al viandante puede extenderse a plazas, monumentos, o edificios de cierto rango arquitectónico. Una lápida en piedra o metal ofrece información, sobre data de construcción, fecha y estilo, autor, así como algún dato que justifique reseñar. Este conocimiento enriquece el patrimonio urbanístico.
Tengo para mí, que los niños que nacen en grandes urbes, bien rotuladas, tienen más facilidades en sus estudios elementales, preferentemente históricos, literarios o artísticos por la sencilla razón de que los nombres de sus calles, que corresponden a hechos o figuras destacadas, les suenan desde siempre, en tanto que los niños de una ciudad provinciana no los han oído nunca. Es posible, que me diga alguno, que en esta época tan tecnificada todo se encuentra en el ordenador. Es verdad. Pero hay que saber que es lo que hay que buscar. Rotúlense bien nuestras calles, plazas y monumentos, ello nos ayudará a conocer nuestra ciudad. Comprender el pasado, y abordar mejor el futuro a través de su historia.
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