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Julio termina con una de las grandes noticias de la historia cultural de Cantabria (y posiblemente también de su historia económica): la adquisición del Archivo Lafuente por el Ministerio de Cultura, en virtud del decisivo interés mostrado por el Museo Nacional Reina Sofía. Celebremos ... este acontecimiento y que el ministro Iceta se haya dejado asesorar bien. Esta decisión aleja cualquier peligro de dispersión y pérdida de una colección que es excepcional no en España ni en Europa, sino en el mundo entero.
Algunos comentarios que leí el día de la noticia en la edición electrónica de El Diario me reafirmaron en lo importante que resulta que los creyentes públicos y privados tiren del carro cántabro sin hacer caso de nada, porque si se detiene uno a examinar los argumentos, no es ya que uno dude de si Cantabria está correctamente clasificada como región autónoma, sino que debe preguntarse además si, propiamente, cabe incluirla entre las regiones civilizadas. Pero, claro, cómo me voy a extrañar de esa minoritaria jaula de grillos digitales, si hasta personas que ocupan escaños en el Parlamento de nuestra autonomía llegaron a decir, hace no tanto, que el Archivo Lafuente eran solo «unos papeles».
Ahora ya quedan despejados casi todos los obstáculos para la conversión del edificio de Banco de España santanderino en una rama cántabra del Museo Reina Sofía, que es el segundo más visitado de nuestro país y tiene sobrado renombre internacional. Junto con el Centro Botín, el museo del Banco Santander en construcción en el Paseo de Pereda, el futuro MAS, el MUPAC y la Nave de Gamazo con la colección Enaire, Santander configurará en pocos años un circuito, una 'Milla del Arte', que será decisivo en la ampliación de la temporada turística y en el nuevo tono de la vida social y cultural de la capital cántabra y su entorno inmediato. Para mi gusto, el MUPAC debería haberse instalado en Torrelavega, a medio camino entre las cuevas de Puente Viesgo y las de Altamira, es decir, integrado ya en el eje de Patrimonio de la Humanidad, mientras que Santander podría haber buscado un museo diferente, dedicado a la Restauración y especialmente a Alfonso XIII, pues la Belle Époque guarda un relato muy interesante que contar. Pero ya no tiene remedio la cosa, así que quizá en Torrelavega procedería un Museo de la Ciencia; puede que sea mucho pedir cuando el propio Palacio Municipal parece el refugio de Zelenski.
Este salto delante de Santander deja de nuevo en evidencia el retraso de la segunda ciudad de Cantabria, la gran víctima de estos 40 años de autonomía. Víctima esférica: se mire por donde se mire. Con el revulsivo cultural, Santander y su cinturón urbano cobran aún más peso en la vitalidad de la región. Y más que cobrarían, si funcionara una verdadera red metropolitana de ferrocarril y autobús.
Lo principal, con todo, es que el Archivo Lafuente será ya para siempre un activo de Cantabria y un rasgo de distinción internacional de nuestra comunidad. El arte mueve mucho dinero y mucho turismo, el que no quiera verlo es que viaja poco incluso por España. Ciudades como Málaga o Bilbao se han reinventado solo con el arte y algunas remodelaciones urbanas.
Hay aquí un par de motivos serios de reflexión, oportunos especialmente en un cuadragésimo aniversario de nuestro autogobierno. El primero es: ¿qué hubiera pasado sin la conexión Reina Sofía-Ministerio, es decir, si todo hubiera quedado en manos de una autonomía capaz de dilapidar millones en asuntos como el fibroyeso, pero poquísimos de cuyos representantes se han mostrado activos en procurar para nuestra región la integridad y permanencia de este Archivo? (La mina no estaba en Orejo, sino en Heras). Podríamos estar ante una región que no es capaz de identificar y valorar todas las riquezas que atesora. Necesitamos una especie de Consejo Asesor Externo, el 'Xenosínodo', para no vernos coartados por nuestras limitaciones de horizonte.
Un segundo motivo es nuestra lentitud. La mayoría de los entes que he mencionado están sin construir aún. Hay dos en servicio (Botín y Gamazo), uno en obras (Pereda) y tres a los que falta entre bastante y todo (MUPAC, Banco, MAS). El propio proceso del Archivo ha durado demasiado. La idílica Milla irá entrando por tramos, como una de esas ferrovías que nunca nos terminan. Esperemos que el Museo Reina Sofía nos invada en condiciones. No se nos puede dejar solos. Cuarenta años después, es un axioma. La gran noticia nos trae un gran diagnóstico. Se buscan terapeutas.
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