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Las ideas políticas no solamente son respetables, sino necesarias. La ideología es un derecho inherente al ser humano. Las contradicciones surgen cuando se antepone la ... ideología a la ciencia. Por más que se intentara sostener que la tierra es plana, como defienden algunas personas -por suerte un reducidísimo núcleo- la evidencia científica debe prevalecer siempre sobre las ideas. El cóctel de ciencia y política es malo y en ocasiones produce daños que termina padeciendo la mayor parte de la población.
La crisis energética que golpea seriamente a Europa y a buena parte del mundo tiene una de sus raíces precisamente en la mezcla de ideología y ciencia. El desarrollo de la energía nuclear supuso una revolución en el mapa económico mundial. La aparición de una forma de generar electricidad sin recurrir al carbón, el petróleo u otras formas de extracción masiva de minerales suponía liberar a muchos países de la dependencia, cada vez más creciente, de los productores de minerales. Ese giro copernicano fue interpretado por la Unión Soviética como una amenaza, porque permitía el desarrollo de las sociedades capitalistas que habían logrado una mejor tecnología para construir centrales nucleares.
Para frenar los proyectos nucleares se desató una campaña a nivel mundial contra ese modelo productivo. El eslogan 'Nucleares no, gracias' se difundió por el mundo y algunos municipios -con aldeanismo risible- colocaban carteles en la entrada de sus pueblos anunciando al viajero que entraba en un territorio libre de ese tipo de energía.
La ciencia colisionó con la ideología y una campaña arropada por los partidos de izquierda caló en muchos colectivos y terminó por imponer sus planteamientos a los razonamientos científicos. A esa campaña se sumaron algunos accidentes en las centrales de las primeras generaciones de esta tecnología: Windscale, Three mile, Constituyentes y Chernobil en Ucrania. Esta última la más grave y en la que se demostró que los modelos desarrollados por la extinta URSS carecían de las mínimas medidas de seguridad. El grave suceso de Fukusima producido en Japón no fue a causa de un problema en la central. Un terremoto y un maremoto afectaron gravemente a la central y aun así apenas hubo víctimas mortales a causa de la radiación.
La intoxicación ideológica ha logrado vencer a la evidencia científica y ahora tenemos que pagar la factura. El apagón nuclear en España supone un sobrecoste en el precio de la luz y el rechazo a cualquier forma de obtener energía limpia y barata aumenta. Cantabria ha tenido en su mano la posibilidad de saber si tiene, o no, la posibilidad de extraer petróleo y gas mediante la técnica del fracking. Cuando hace unos años se intentaron realizar sondeos para averiguar si bajo el terreno había zonas en las que fuera factible extraer petróleo, mediante la inyección de agua a presión con algunos componentes químicos y, con ello, liberar el gas y los hidrocarburos, la oposición fue radical. Una vez más una serie de grupos minoritarios fueron capaces de imponer sus consignas, contra la evidencia de la ciencia.
Lo mismo sucedió en la década de los setenta del pasado siglo con el proyecto de construir una central nuclear en Santillán, cerca de San Vicente de la Barquera. Una asociación y los progresistas que se resisten al progreso organizaron manifestaciones y movilizaciones para eliminar ese proyecto. Y lo consiguieron.
El paso del tiempo otorga y quita razones. Décadas más tarde de la condena popular a la energía nuclear ahora ya es considerada una fuente energética limpia. Claro que ya es demasiado tarde porque en España, por ejemplo, se han cerrado algunas centrales nucleares y las que todavía existen tienen fijada la fecha de desmantelamiento.
Lo más grave es que ante un horizonte sin esperanza se ha dejado de invertir en investigación y cuando se produzca el apagón nuclear en España los costes de la energía crecerán hasta el punto de hacer inviable determinados procesos de producción. Serán las naciones que se han sacudido el yugo de la ideología acientífica las que consigan ser más competitivas o lo que es lo mismo: ofrecer a las personas que habiten en esas naciones un mejor nivel de vida y una independencia de las presiones comerciales procedentes de terceros países. Con las fuentes energéticas canonizadas como limpias (eólica y fotovoltaica) en Cantabria asistimos a un proceso similar, aunque en este caso la ciencia queda al margen: los progresistas insisten en que en Cantabria no se instalen aerogeneradores y a la par exigen que se descarbonice la industria y el consumo doméstico. Es urgente atender a la ciencia y acallar a los hechiceros.
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