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En marzo de 2018 escribía, en este mismo diario, una reflexión sobre la profesión médica y la vocación de dedicar nuestras vidas, nuestra breve existencia desde chavales, a ayudar a los demás. Lo hacía en un contexto social en el que las agresiones a los ... sanitarios crecían día a día, en el que nuestros sueldos eran, y continúan siendo, menos de la mitad que los de nuestros compañeros europeos. Reflexionaba, también, sobre la miopía de una clase política distraída, de uno y otro bando, que gobernaba a golpe de BOE un Sistema Nacional de Salud desarticulado en 17 comunidades autonómicas con un modelo de cobertura universal, logro de la más ambiciosa justicia social y que, muy desafortunadamente, no hemos cuidado lo suficiente.
Decía, literalmente, aquel marzo de 2018, que «vivimos en una sociedad de éxito y bienestar en la que la enfermedad no tiene cabida. Una sociedad con aversión al riesgo y con el ridículo sueño de la eterna juventud, en la que la enfermedad y la muerte se ven como un fracaso de la medicina y no como el hecho básico del curso de nuestra naturaleza. Y, en muchas ocasiones, con la búsqueda de un culpable: el médico. Las agresiones a médicos aumentan cada año y hemos tenido que buscar un interlocutor policial, nacional y local, para tratar de evitar y prevenir este hecho, tristemente cada vez más frecuente».
Dos años más tarde, las circunstancias han cambiado drásticamente y, durante las últimas semanas, los ciudadanos nos aplaudís, cada tarde, para mostrarnos vuestro apoyo y agradecimiento. Sin embargo, en nuestra vocación y en nuestros corazones, todo permanece intacto. Los profesionales sanitarios hacemos lo que hemos hecho siempre, lo que decidimos hacer cuando apenas teníamos 18 años. Y sí, claro, cumplimos con nuestro deber. ¿Qué se esperaba? ¿Una estampida? Lo hemos hecho, desde el principio, con escasa protección, poniendo en riesgo nuestras propias vidas y a las personas de nuestro entorno. Y lo hemos hecho en estrecha colaboración con todas nuestras profesiones hermanas, en particular la enfermería que, una vez más, está demostrando un extraordinario coraje y profesionalidad. Un dato: el resultado de esta entrega es que el personal sanitario supone el 14% del total de contagiados de Covid-19.
Europa está sufriendo enormemente por esta pandemia y he venido observando las diferentes reacciones de los gobiernos y de los ciudadanos de a pie. Lo que he visto y experimentado en toda Europa, en nuestra profesión y en nuestros pacientes y sus familias, es una corriente de solidaridad asombrosa, una preocupación genuina por los demás, un apoyo e intercambio sincero de conocimientos, experiencias, aspiraciones y esperanzas. Hay innumerables historias que son testimonio de esto.
En marcado contraste, observo las discusiones en los gobiernos de toda Europa. La imagen es, profundamente, decepcionante. La humanidad está al borde del abismo y nuestros dirigentes todavía siguen apostando por sus interesados juegos infantiles, incapaces de movilizar los recursos de solidaridad institucional necesarios, sin sentido ni capacidad para una visión clara de liderazgo.
Los ciudadanos europeos están y se sienten verdadera y profundamente unidos e integrados, muy por delante de sus gobiernos, que operan en sus micro burbujas anticuadas sin perspectiva política y sumidas en la oscuridad. La era en la que la burocracia europea fue capaz de plantear y resolver problemas se ha acabado. Funcionó durante 70 años pero ahora está muerta, flotando en el agua del Mediterráneo. Su misma burocracia la ha ahogado; incapaz de responder a tiempo a la solidaridad más elemental, a las demandas reales de la sociedad; incapaz de marcar un rumbo común; incapaz de liderarnos, al unísono.
Dijo Jean Monnet que «la nueva Europa se forjará en crisis» y tenemos, ahora, la mayor crisis europea desde la Segunda Guerra Mundial. Es el momento de forjar esa nueva Europa y hacerlo desde la ciudadanía. Creo que las personas, después de sufrir un dolor realmente masivo, forzarán un futuro mejor y diferente en Europa, enfocándose en lo real, en lo cotidiano, y no en los complicados mecanismos que mantienen el bienestar de los bancos, los mercados de valores, las compañías codiciosas, las celebridades y las ganancias fáciles al alcance de unos pocos privilegiados.
Creo que seremos capaces de formarnos una visión clara para proteger el Medio Ambiente e integrar a la humanidad con él; proteger la salud y el bienestar humanos; brindar una educación en valores a los jóvenes y facilitar, para todos, un empleo que satisfaga las necesidades del siglo XXI y mucho más allá. También luchar, con ahínco, contra cualquier tipo de discriminación y cualquier cultura de odio; promover la ciencia, el arte y la cultura... Tantas cosas debemos hacer… Y creo que en estos días en los que los ciudadanos nos aplaudís, la profesión médica juega un papel importante en la construcción de esta nueva Europa.
Nosotros somos los primeros que tenemos que, alejados de la política, impulsar una gran comunidad médica europea que combine excelencia profesional, cooperación interna y un gran y fuerte compromiso con los valores eternos de nuestra profesión, valores que debemos sostener con nuestra ejemplaridad.
En nuestra parte del mundo, desde la UEMS, la Unión Europea de Médicos Especialistas, una histórica organización que agrupa a 1.600.000 de médicos, estamos trabajando juntos, en amistad y lo mejor que podemos, en esta única dirección. Son días para recordar las palabras de John Lennon, un gran inglés y un verdadero internacionalista: «Puedes decir que soy un soñador, pero no soy el único. Espero que, algún día, te unas a nosotros y el mundo sea uno».
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