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Los datos no engañan. Por noveno año consecutivo en Cantabria mueren más personas de las que nacen. En 2019, según datos del INE hubo 6.011 defunciones y 3.525 nacimientos. Un saldo negativo de 2.486 que consolida una tendencia más acusada que en ... otras regiones de España. En 2019 tenemos el lamentable récord de ser la segunda comunidad donde más bajaron los nacimientos (-7,4%), solo por detrás de Asturias (-10,1%). Nuestro índice de fecundidad se situó en 1,07 hijos por mujer, por debajo de la media nacional (1,23) y muy lejos de la tasa se reemplazo generacional.
Lo que más me preocupa de este panorama desolador es que apenas se habla de ello en el ámbito político y social, como si formara parte de un destino inevitable. Como si fuéramos bajando el Puerto del Escudo sin frenos y sin capacidad de cambiar de marcha. Y no es verdad.
Las causas de este descenso de la natalidad son conocidas y pasan por la falta de recursos de las parejas jóvenes, la inestabilidad de las relaciones o la desconfianza en el futuro, que se agrava cuando ves que quien dirige la comunidad no tiene un proyecto de futuro para nuestra región.
La realidad es que sí se puede afrontar este desafío con optimismo. Es preciso mirar alrededor y ver que en otros países, con distintos planteamientos ideológicos, han tomado medidas y han invertido la tendencia. Para empezar es preciso contar con un Gobierno que incentive el empleo y que aliente las oportunidades. Si los matrimonios jóvenes no confían en el futuro, no ven salidas laborales, será difícil que se animen a tener hijos.
A partir de ahí, es preciso ofrecer ayudas a las familias, a quienes ofrecen un entorno adecuado para la formación y la educación. Desde la prioridad a la hora de acceder a viviendas sociales, hasta las ayudas directas por cada hijo concreto. Soy padre de tres hijos y sé lo que supone cada comienzo de temporada escolar, así como la ropa que se debe renovar año tras año con el crecimiento. Un desafío diario que incluye la salud y la alimentación.
Conozco muchas familias que a los hijos deben sumar la atención de personas con discapacidad o ancianos enfermos. El papel que juega la familia, también en la vertiente afectiva, donde ninguno sobra, es imposible que lo desarrolle ninguna otra estructura social. Si en Cantabria no protegemos y alentamos la familia es evidente que seguiremos descendiendo por esta pendiente a que nos conduce una comunidad sin hijos, sin ilusión y sin futuro. Cambiar y frenar la tendencia pasa por escuchar, atender y responder a las necesidades de las familias.
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