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Vivimos momentos convulsos, donde la incertidumbre se apodera de todos nosotros y nadie sabe cual es el futuro de nuestro modelo económico. Parece que solo existe consenso en una cosa: el sistema actual, tal y como lo conocemos, ha quedado obsoleto. Un modelo donde ... la fabricación de bienes y servicios está ultraespecializada, ultrasegmentada y ultraconcentrada toda ella en grandes cadenas de producción, principalmente en China y el sudeste asiático, se antoja peligrosa. Ya se ha demostrado que puede suponer el desabastecimiento global ante una emergencia humanitaria como la actual.
Ademas, no debemos olvidar que, por un lado, se sustenta en una régimen pseudo comunista donde no se respetan íntegramente las libertades de los ciudadanos y, por el otro lado, ha supuesto la pérdida de muchos puestos de trabajo en los países 'ricos', que han cedido su capacidad productiva en pos de un supuesto ahorro económico.
En esta situación de cierto desconcierto en lo económico se añade un desconcierto en lo social... En mi opinión, la salida no pasa por mirar hacia Caracas, ni hacia Pekín, ni tampoco hacia EE UU. Es hora de mirar hacia el futuro y acelerar lo que ya estaba por venir, y que sin duda es el futuro del modelo económico que nos espera en los próximos años.
Ese modelo pasa por la 'T' mayúscula, la 'T' de tecnología. El futuro deseable es un futuro donde se recupere la capacidad productiva industrial de proximidad, donde se sustituyan las grandes cadenas de montaje, que hacen piezas o partes minúsculas del producto final, por fábricas ultra tecnológicas, basadas principalmente en la robotización y la impresión 3D y donde se fabrique el producto completo o lo más completo posible. Y también donde el posible sobrecoste sea absorbido por los ahorros en el transporte.
En lo que respecta a la fabricación de bienes, el futuro se parecería más a una sociedad llena de 'talleres' que fabrican bienes con cierto grado de diferenciación, si bien basados en un 'modelo o proyecto' que sí ha podido ser diseñado en la distancia y compartido en la red. Ese modelo recordaría a esos talleres gremiales de la Edad Media, donde te hacían tus zapatos o un tenedor. Pues bien, en el futuro, quizá las marcas de zapatos vendan sus moldes y sus materiales, y puedan ser «imprimidos o elaborados» por nuestro vecino de la ciudad.
El sector primario y el terciario, de servicios, también sufrirá, como ya está haciendo, un alto grado de tecnificación, que servirá como elemento multiplicador de la productividad. Toda esta tecnología liberará sin duda muchísimas horas de trabajo y liberará a muchas personas de la esclavitud de labores repetitivas y de poco valor añadido, dejando tiempo por tanto para nuevas profesiones donde el hombre pueda dedicarse a labores destinadas más al cultivo del espíritu y a la atención interpersonal.
Veremos muchos más entrenadores personales, masajistas, profesores de yoga, artistas, escritores, filósofos, deportistas, profesores de música, y tantas otras profesiones de mejoramiento personal y de cultivo del desarrollo de las personas. La humanidad tenderá a liberarse del yugo de la subsistencia material y podrá dedicar más tiempo a menesteres más agradables.
Y bien, esto se alcanzara desde el capitalismo actual, desde una sociedad estatalizadora. La respuesta hoy es la misma desde hace muchos años: el mejor modelo es la democracia y el capitalismo socioliberal. La capacidad de esfuerzo y la productividad de las personas deben ser premiadas, y por tanto aquellos que aporten más al conjunto de la sociedad deben recibir más. Sin embargo, aquellos que no puedan, o incluso que no quieran, también deben recibir una buena parte de la producción. ¿Y por qué? Pues por dos motivos, uno, porque es justo, y dos porque es eficiente. Déjenme que me explique.
Es justo porque el factor multiplicador llamado 'T', la tecnología, es patrimonio de la humanidad, y por tanto, los beneficios que aporta deben contribuir al bienestar general. Por otro lado, alguien tiene que tener la iniciativa de 'tirar de ese carro', y aunque lo hace con ayuda de 'T', es justo que sea premiado por ello. En ese sentido, la respuesta es un poco lo que ya tenemos en Europa. Un capitalismo redistributivo.
Por otro lado, desde el punto de vista de la eficiencia; resulta mucho más eficiente premiar el esfuerzo, pues lo incentiva y por tanto aumenta el bien común. Pero también resulta eficiente la redistribución de los bienes, puesto que de lo contrario reduces en demasía el propio mercado y la velocidad del flujo económico.
¿Cómo dejaría este modelo el equilibrio actual geopolítico? Pues, sin duda, China debe hacer un cambio profundo en su modelo, debemos dejar de ser sus consumidores masivos y debemos apostar por un modelo más equilibrado, que genere una gran clase media, a través de políticas de redistribución, y donde se consuma a uno mismo fundamentalmente. La situación actual es una anomalía económica que solo se justifica y que solo es bondadosa si es temporal. No puede durar siempre un país fabricando para el mundo en condiciones de competencia desleal y sin repartir su riqueza entre sus propios compatriotas.
El comercio mundial continuará, pero aumentará el peso de los intercambios de productos 'intelectuales', es decir, formulas, investigaciones, planos, moldes y modelos; y se reducirá el de bienes físicos. Por supuesto, el turismo y el intercambio cultural aumentará y la globalización continuará, pero con estos nuevos matices. El futuro nos brinda grandes oportunidades, alejémonos de los extremos y de las soluciones radicales y populistas y hagamos un gran acuerdo por un futuro mejor, una sociedad más justa y más productiva y, sobre todo, donde la hermandad entre los ciudadanos sea la consigna.
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