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Los historiadores nos vemos sorprendidos con frecuencia al constatar que se producen ciertos procesos cíclicos con la reaparición de ideas o ideologías que se creían superadas por el paso del tiempo. En España, que no en Portugal, se acuñó en el siglo XIX el término ' ... Reconquista' para calificar un proceso histórico de 800 años que culminó con la expulsión de los árabes de la Península Ibérica. Un proceso que ya había sido santificado por los papas con la denominada 'Bula de la Santa Cruzada', que concedía privilegios en materia de ayunos y abstinencias a los españoles por los méritos contraídos en esa centenaria guerra contra el denominado 'infiel'.
Cuando los españoles creíamos que aquello de la Reconquista y la Santa Cruzada era cosa de un lejano pasado, ha sido resucitado en Francia. Un popular personaje por sus tertulias y sus diatribas periodísticas, de nombre Eric Zemmour, que se denomina a sí mismo 'judío bereber', acaba de presentar un partido político para concurrir a las próximas elecciones presidenciales del país vecino con el nombre tan español de 'Reconquête'. El objetivo, librar a Francia del peligro de convertirse en musulmana por la emigración. Por si esto fuera poco, en el mitin con que hace su aparición ante sus fieles seguidores, se ha presentado como un enviado de la Providencia para llevar a cabo la «'Reconquête' de nuestra economía, de nuestra seguridad, de nuestra identidad, de nuestra soberanía, de nuestro país».
Sorprende que en una nación que fue la primera en implantar en Europa el laicismo religioso que forma parte esencial de su ideología republicana, vuelvan a aparecer conceptos e ideas de carácter religioso que parecían cosa de otras épocas. Lo de considerarse enviados de la Providencia ha sido un privilegio que se han atribuido muchos dictadores de diversos regímenes. Me viene a la memoria un famoso discurso pronunciado por el cardenal y arzobispo de Milán Ildefonso Schuster en 1937, en un curso de 'Mística Fascista', y en el que Mussolini es presentado como el hombre enviado por la Providencia, al igual que lo habían sido Augusto y Constantino para salvar a Italia y la civilización cristiana. Estas son algunas de sus expresiones: «Así como la 'divina mens' envió a Octaviano Augusto, así también en Italia ha surgido el Hombre Providencial, el Hombre de Genio que ha salvado al Estado y fundado el imperio (Mussolini) y ha dado a la conciencia de los italianos la más perfecta unión nacional en medio de la paz religiosa... Dios ha querido conceder al 'Duce' un premio que asemeja su figura histórica a los grandes espíritus de Constantino y Augusto ciñendo, por obra de Benito Mussolini, a Roma y al Rey con un nuevo y fecundo laurel imperial. Mientras Pío XI envía hasta los confines del mundo a sus misioneros, las legiones italianas ocupan Etiopía para asegurar a ese pueblo la doble ventaja de la civilización imperial y de la fe católica en la común ciudadanía espiritual de aquella Roma donde Cristo es romano».
Las palabras del cardenal Schuster parecen resonar en el discurso del nuevo hombre providencial de Francia y de otros líderes de la extrema derecha en Europa. Todos tienen en común el recurso de recurrir a ideales del pasado, a sentimientos y conceptos religiosos como la civilización cristiana que ven amenazada por los emigrantes que se proponen 'islamizar' de nuevo la nación. Pero este recurso a la reconquista y a la salvación de la religión y de la civilización cristiana parece chocar frontalmente con el pensamiento de la máxima autoridad religiosa de estos países católicos, el papa. El mismo día que el candidato francés -no quiero hacerle mucha propaganda pronunciando de nuevo su nombre- lanzaba sus proclamas, el papa denunciaba en Grecia en medio de los refugiados procedentes de Oriente que se amontonan en la isla de Lesbos -que ya ha olvidado haber sido la patria de la poetisa Safo-, lo que ha denominado el «naufragio de la civilización» por el rechazo de la cristiana Europa a la llegada de los emigrantes.
La historia enseña muchas cosas. Todos sabemos cual fue el final de aquel «Hombre Providencial, el Hombre de Genio que había salvado al Estado y fundado el Imperio». El papa, aunque no lo haya dicho expresamente, parece querer protegernos contra estos nuevos enviados de la Providencia que pueden hacer naufragar la civilización cristiana que dicen intentar salvar.
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