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Todos pensamos cuando terminó la II Guerra Mundial, que al fin las alucinaciones de un loco fanático no volverían a darse nunca más y que los pueblos se hermanarían tras el infinito castigo del dolor, la sangre y las lágrimas infligidas por aquel tirano ... que jamas debió ostentar el poder que logró manipulando todos sus mensajes de manera ostentosa y arrogante, erigiéndose en salvador y caudillo del mundo.
Hoy día estamos sufriendo las embestidas de otro poseso al frente de un poder sobrecogedor, capaz de ejercerlo despreciando al mundo entero con su arrogancia y bravuconearía, y que está desmoronándose sin ceder en sus mesiánicas fantasías de poder. Y lo que es peor, nosotros, los observadores, le elevamos a su condición de «líder carismático» al concederle la prestancia arrogante que destila, sin reparar en que con ello contribuimos a sus enormes disparates y abuso de poder con el cual ejerce su apabullante dominio sobre países, personas y ejércitos. Bien es verdad que no es un payaso aunque esté montando un circo, sí es una fiera del circo por su peligro, y por ello se le tiene tanto en consideración, por más que pensemos zapatero a tus zapatos. La gente que le vota se ve elevada en volandas por los estímulos enardecedores con que se arroga y propaga. Pero no nos engañemos, el señor Trump no sería nada si no fuera por el poder que las democracias otorgan a los gobernantes.
Mucha culpa tenemos nosotros permitiendo que tales situaciones de mandatos personalistas se deriven de la democracia cuya significado etimológico de la palabra es precisamente universal y no personalista, por lo que debemos desarrollar nuestros sistemas de elección popular más consecuentemente con lo que en esencia significaría que el poder debe ser compartido, con la consiguiente desaparición de los títeres, caudillos, líderes y los tiranos, dictadores o abusadores del poder personalista que la democracia actual les otorga. A muchos de estos personajes les entrarían temblores si vieran que lo que aquí se desarrolla les va a tocar de lleno, devolviéndoles a su condición de personas de a pie, como lo son todos sus congéneres y ciudadanos del mundo. El esperpéntico espectáculo que el señor Trump ha protagonizado y sigue haciéndo es muy posible que le provoque una risa de héroe al concebir que él es como los soldados que mueren con las botas puestas... ya quisiera... probablemente mejor atribuirle un carácter como el que dice con la muerte en los talones.
En lo sucesivo sería de desear que dichos mandatarios orlados de poderes egregios desaparecieran de la faz de la Tierra, con lo que el mundo sería más conciliador y los esperpentos devueltos a los circos o a las parodias enraizadas en el teatro de la vida. Ya sé que muchas personas necesitan oír mensajes de esperanza que les eleven de la condición de sumisión y estrechez que la suerte les ha arrogado vivir, pero también debe observarse que tales postulantes líderes causan mucha desigualdad e injusticia hostigando a quienes no están con él o no le son fieles. Son vengativos con quienes les discuten y dadivosos con los sumisos.
Debemos llamar la atención a quienes participan de los eventos montados por semejantes figurantes y hacerles pensar a aquellos que la objetividad en el juicio crítico debe ser siempre un instrumento enriquecedor de los mensajes que se quieran trasmitir y en lugar de hacerle la corte a un payaso con tintes soberanos y armas de guerrero presto al combate contra quienes no la hacen.
El señor Trump no tendría ninguna posibilidad de desarrollar su política invasiva si formara parte de un triunvirato, por ejemplo, si no más numeroso de personas formando un comité de gobierno. Sus desmanes quedarían controlados y el dicho cuatro ojos ven más que dos, subiría las decisiones gubernativas al nivel que las democracias deben otorgar, consecuentes con decisiones colegiadas.
Es penoso ver el cortejo que se le hace a un títere con aires de soberano si no fuera porque es bien cierto que puede ser un individuo muy peligroso si se le planta cara. Todos le hemos visto señalar en las ruedas de prensa a alguien con su dedo índice, usándolo como una pistola y diciendo: «Usted no». Es excluyente con personas, países y banderas. Quizá un poco de precaución haya que tenerle, pero en ningún caso, a mi juicio hacerle la corte. Es necesario trasmitir al mundo que es un individuo muy peligroso más por el mal uso que hace con su inmenso poder que por lo que humanamente pueda inspirar. Bastante tenemos hoy día con el malicioso virus que nos cerca para hacer extensivo el peligro a gobernantes con aura de emperadores. No nos fiemos del dicho popular: «El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija...».
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