Nunca votar a los verdes

Beser, sin embargo, no dice nada extraño. Para empezar, el interés de la prensa no radica tanto en la ecología como en el incierto desenlace de las elecciones alemanas, en las que los verdes -Die Grüne- aspiran a volver al gobierno. Pero, ¿qué sucede con los ecologistas? ¿Por qué esa rotundidad al afirmar que nunca les votaría? Pues sucede que Los Verdes alemanes son, en realidad, rojiverdes. Un enorme cajón de sastre que alberga no sólo la sensibilidad por la sostenibilidad del planeta, sino a buena parte de la izquierda alemana, más o menos radical, que en los ochenta y noventa cambió la lucha de clases por los movimientos antinucleares.

¿Les suena de algo? Tendemos a pensar que esas tonterías sólo suceden en nuestro país, donde para llevar una bandera española tienes que ser de derechas, o si te gustan los toros no puedes ser de izquierdas. O que los nacionalismos son buenos si son periféricos, y horribles si son centralistas. Pero no: va a ser que la intransigencia y la estrechez de miras son, en realidad, patrimonio de la humanidad. O de los sistemas de partidos y listas cerradas, como si el mundo entero se pudiera encerrar en una única ideología.