Secciones
Servicios
Destacamos
Uno.- En su afamado 'El otoño de la Edad Media' Johan Huizinga acuñó, o al menos contribuyó a poner en circulación, el afortunado «El aire de la ciudad hace libres», eslogan, diríamos hoy, con el que, venía a decirse que los individuos de la ... inacabable Edad Medida intentaban recluirse, tras las murallas de las incipientes ciudades medievales, del aherrojamiento que les había mantenido encerrados, bajo la férula del señor feudal, durante la Alta Edad Media. Un cambio, pues, de una enfeudación a un simétrico enclaustramiento.
Dos.- En buena parte de las ciudades europeas, y, por supuesto, españolas, las murallas medievales conocieron su ocaso, vale decir su derrumbamiento, con ocasión de la expansión urbanística, al socaire de la legislación de ensanche, experimentada por las grandes urbes durante el siglo diecinueve y buena parte del veinte. Un ocaso, o desaparición, propiciada por el crecimiento industrial y, por ende, expansión poblacional que con los ritmos de rigor favorecieron, por ceñirnos al caso español, el crecimiento, en buena medida incontrolado de las grandes urbes, de la mano del vaciamiento y despoblamiento del campo, esto es, de los núcleos rurales.
Tres.- La expansión poblacional de las grandes ciudades ha ido acompañada del lamento por el despoblamiento, vaciamiento, según moda al uso, de la España rural. España vacía o España vaciada son marchamos que han adquirido carta de naturaleza, un fenómeno que de alguna manera recuerda al despoblamiento o vaciamiento bajomedieval, sin parangón, obviamente, con el que han dado en conocer las últimas décadas.
Cuatro.- Mas, en una suerte de eterno retorno, la contemporaneidad o postmodernidad puede estar en trance de conocer su ocaso y, con él, el resurgimiento, al modo altomedieval, de una nueva enfeudación. La causa: la presente crisis sanitaria, de duración incierta y cuyas consecuencias no son, ciertamente, de fácil vislumbre. Empero, no es arriesgado apostar por una de estas consecuencias, de alcance insospechado si aquella crisis se prolonga más allá de lo, como mal menor, deseable. El perfeccionamiento, propiciado por los medios tecnológicos disponibles [el correo electrónico, el ordenador personal, la videoconferencia y demás artilugios o técnicas telemáticas o tecnológicas], del llamado teletrabajo [el trabajo a distancia, online o desde casa], está fraguando la salida de las grandes ciudades de un número cada vez mayor de personas, familiares o próximos incluidos, en la medida en que su actividad profesional no requiera inexcusablemente de su presencia en el lugar de trabajo. Personas que, con mayor o menos estabilidad o habitualidad, pasan a fijar su residencia en localidades de menos población a la de las grandes urbes, pueblos, más o menos abandonados, incluidos. De este modo, y paradójicamente [pero, no se olvide, la paradoja es una contradicción sólo aparente], no es en modo alguno descartable que nos encontremos en la antesala de una profunda reordenación o reubicación de las poblaciones, con desplazamientos ingentes desde las grades a las medianas y pequeñas ciudades, incluso a los núcleos convencionalmente caracterizados como rurales. ¿El retorno o la vuelta al campo? ¿Una novísima enfeudación allende la postmodernidad? ¿La sustitución de un señor feudal lejano aunque visible por un novísimo señor feudal próximo aunque invisible?
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.