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El Parlamento ha afeado a la alcaldesa de Santander que vaya a reformar la dársena de Molnedo porque vistos los precedentes que rozan el esperpento, como la difunta plaza de Italia, temen que su remodelación aniquile por completo la identidad de un espigón icónico que ... no necesita tan alta dosis cosmética. La imagen de cómo va a quedar que difundió la alcaldesa en campaña electoral ha desatado un intenso temor porque confirma los peores augurios. El bisonte poseído por Okuda era casi lo de menos.
Pero resulta que la señora Igual ha confesado que una vez ganadas las elecciones ese boceto no sirve de nada y harán uno nuevo. Tras décadas de infografías fracasadas, proyecciones oníricas y fantasías electorales sabíamos que eran una estafa, pero hasta ahora quienes las perpetran no lo habían admitido nunca con tan desconcertante franqueza. Nuestra alcaldesa asume que son señuelos para animar al voto y que no tienen que hacerse realidad.
Al admitir tal cuestión -que son un engaño- no ha habido ni un ápice de arrepentimiento, sino una jubilosa y entusiasta defensa del bulo infográfico como pantomima electoral. Un atentado contra el octavo mandamiento que queda impune, porque es un pecado venial que fácilmente apela a la indulgencia de los votantes.
También a la medida de nuestra compostura local, la propaganda en forma de desinformación y de bulos parece defenderse y prodigarse con indisimulada naturalidad y complacencia.
A renglón seguido -para nuestro consuelo moral- nos han presentado un nuevo cachivache urbano, otra smargaita: las papeleras inteligentes que compactan los residuos y avisan cuando están llenas. Ya sufrimos el fracasado precedente de sus fétidos primos, los contenedores de basura inteligentes que han sido incapaces de conectar con la NASA municipal y llevan años rebosando porquería. Esperemos que hayan perfeccionado el ingenio.
El listón está muy alto. Dos ejemplos: Vamos a gastar cuatro millones de euros en un aparcamiento que ya existe, el del Racing, para que tenga menos plazas y sea de pago. Y vamos a pagar el billete a los emigrantes cántabros que vengan de vacaciones a la tierruca. Todo un elogio a la perplejidad.
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